Mientras la política española sigue instalada en el simulacro y los juegos de artificio, con Feijoo utilizando a ETA y el Falcon como armas electorales y Sánchez recurriendo al tópico de la gente para revertir las encuestas, Putin aprieta cada vez más la soga a nuestros cuellos, ahora con el corte del suministro de gas. El invierno va a traernos sangre, sudor y lágrimas y aquí el PP vota en contra de las suaves medidas de ahorro energético, que demanda la Comisión Europea. Por su parte, el Gobierno, superado frente a una crisis energética brutal, da bandazos y acepta ahora bajar el IVA del gas, como pedía Feijoo. La inflación se dispara en la eurozona y la recesión se acerca, no solo en este club de élite europeo, sino también en los demás países desarrollados, incluido Estados Unidos. La economía global está entrando en un período negro de consecuencias aún impredecibles. Con la guerra de Ucrania, a la que no se ve fin, el dictador ruso ha puesto a Europa de rodillas o, para decirlo más concretamente, amenaza nuestro bienestar. A estas alturas, el prestigioso The Economist se pregunta si las sanciones a Rusia están funcionando. Desde luego no son tan efectivas como se pensaba. Lo que vemos es que actúan como una especie de bumerán contra Occidente. Sí, el PIB ruso caerá un 6 % este año, pero lejos del 15 % que se preveía y, además, Moscú cuenta con aliados para sortearlas. Señores líderes políticos, tienen que elevar mucho más el listón ante lo que se nos viene encima. Del debate en el Senado de mañana los ciudadanos esperan seriedad y confrontación de medidas para abordar un escenario que da miedo. Pero me temo que solo habrá ataques y descalificaciones cruzadas. A Feijoo le va bien y Sánchez está obligado a remontar.