Pedro Sánchez es tremendamente peligroso. Y atrevido. Políticamente hablando, claro. Ataca sin piedad y se sobrepone cuando parece estar perdido, como ya demostró en el seno de su partido. No en vano en su Manual de supervivencia deja algunas reflexiones sobre los malos momentos vividos. «Yo me caí y me volví a levantar y esto tiene su valor en lo personal», escribió entonces. Y ayer volvió a demostrarlo en la confrontación que mantuvo en el Senado con Núñez Feijoo.
Fuentes del PP ya habían lamentado la inconveniencia del momento del debate, porque llegaba cuando Sánchez recogía el aprecio de Europa a sus medidas contra la crisis energética y con la necesidad de Feijoo de no defraudar para mantener la ventaja que le otorgan las encuestas. Y así ocurrió. Porque la crisis energética fue la disculpa para la sesión parlamentaria. La que necesitaba el presidente para hacer un recuento de reproches y regañinas al jefe de la oposición desde su llegada a la presidencia popular.
Sánchez, que ya partía con ventaja de sentirse ganador, echó mano del catálogo de errores y acusaciones del líder popular antes de plantearse una cuestión que está en el debate de la calle: por qué el Gobierno y el principal partido de la oposición son incapaces de llegar a acuerdos. Y ahí estuvo en su salsa. Desplegó toda la artillería, como le gusta hacer. Con el latiguillo de la pregunta de «¿por insolvencia o por mala fe?», desgranó todos y cada uno de los fallos, acusaciones e inexactitudes del popular, al que acusó de falta de rigor, desconocimiento, engaños y enredos.
Fue una recopilación pormenorizada, y despiadada por momentos, de lo que durante estos cinco meses atesoró el presidente y que dejaron en un segundo plano el anuncio de protección para las plantas de cogeneración y el plan contra la crisis que los populares harán llegar a la Moncloa. Feijoo, con un discurso poco hilvanado por momentos, ante la avalancha de acusaciones no pudo mostrarse tan conciliador como pretendía y había dicho que haría, y hasta tuvo que apelar, otra vez, a Bildu, ERC y Argelia.
Así pues, lo que quedará del debate sobre la crisis energética es si Feijoo dice lo que dice y hace lo que hace por insolvencia o por mala fe. Que va a ser utilizado machaconamente en los próximos meses.