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Tiene gracia que un partido independentista cuyo fin último es separar a unos catalanes de otros catalanes, y separar a unos españoles de otros españoles, se llame Junts. Es fácil imaginarse al autor del nombre frotándose las manos después de parir el susodicho Junts, o Junts per Catalunya en su versión extendida, pensando quizá en el pellizco que se iba a llevar por hacer tamaña broma cósmica. Y he aquí parte de los de Junts, cuatro años después, caminando junts hacia su cuartel general, en formación de rebaño, guiados por Jordi Turull, Jordi Puigneró y Laura Borràs, apóstoles cada uno a su manera del sumo pontífice de Waterloo. Cariacontecidos, por lo que cabe pensar que estén en este instante haciendo cálculos del riñón que les puede costar abandonar el Govern de la Generalitat, ergo separarse de los separatistas de ERC, ahora en modo secesionismo durmiente. Pues todo el mundo sabe que de la independencia, o sea del aire, sin cargo no se vive, y menos con esta inflación.