En economía los bancos son empresas clave, tanto como los que producen leche o electricidad. Los bancos compran dinero (depósitos) y lo venden (créditos), ganando un diferencial que es su beneficio. Pero, ¿qué sucede ahora con los créditos y depósitos? Dado que la inflación afecta también al coste de préstamos a través de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), esto se traduce en mayores tipos de interés para ciudadanos y empresas. El objetivo es que, al pedir menos crédito, bajen su consumo los ciudadanos y su producción las empresas y con ello la inflación.
Los bancos toman dinero a corto plazo y lo prestan a largo, lo que les permite incrementar su beneficio si la diferencia entre ambos es elevada; a eso lo llamamos pendiente de la curva. Cuando se suponía que esta, iba a aumentar, los lejanos tambores de recesión indican lo contrario. Los bancos se encuentran con que cada vez se pide menos crédito, ya que esta caro. El euríbor se dispara este mismo mes hasta un 2,4 % a año, adelantándose a la normalización de la política monetaria. ¿Por qué, entonces, los bancos no han reaccionado subiendo tipos de interés de los depósitos al subir los créditos? Los bancos tienen varios medios de comprar materia prima, dinero para prestar: recurrir al Banco Central Europeo, que ha subido los tipos del 0 % hasta el 1,75 % para los préstamos; recurrir al euríbor, que ya vemos que sube fuertemente, o recurrir a los depositantes. Es lógico no aumentar sus costes al no remunerar los depósitos, ya que se vislumbra una recesión que conllevará créditos impagados (NPL), que son perdidas inmediatas para los bancos.
Otro aspecto de la cuestión está en la financiación a largo del BCE, denominada LTROIII, que les permite hasta marzo del 2023 disponer de crédito barato. Es en ese entorno cuando empezarán las campañas de captación de depósitos. Estos siempre serán más baratos que el euríbor y, previsiblemente, que la financiación del BCE. El asunto es complejo, ya que el BCE ha decidido remunerar los depósitos de las administraciones públicas temporalmente, para evitar una guerra de depósitos que provoque tensiones financieras en algunas instituciones. El BCE espera una inflación para la Eurozona de un 8,1 % en el 2022 y un 5,5 % en el 2023. Esto alumbra una recesión con tipos elevados de crédito, justo al contrario que en la crisis del covid.
Disponemos de una economía muy reactiva para soportar tiempos difíciles, tanto en Europa como en España. Los elementos de solidaridad, tanto familiar, como institucional y privada, pueden ayudar. Además, nuestro armamento financiero a través de BCE y sus nuevas instituciones no tiene nada que ver con otras crisis. Todo lo anterior habría tenido un efecto mucho menos significativo sin la guerra en Ucrania y sus consecuencias mundiales, obviamente programadas, como elementos de presión.