Podemos: ellos se divierten

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Javier Lizón | EFE

02 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi abuela, que nació en 1898, tenía, como tanta gente de su generación, una visión descarnada y cruel de los políticos, que ella expresaba, ya muy vieja, con una frase que lo decía todo en tres palabras: «Ellos se divierten».

¿Qué quería expresar Juana Mota con esa frase en apariencia misteriosa? Pues que los políticos iban a lo suyo, sin preocuparles mucho o poco el bien común, y que ejercían una profesión privilegiada cuyo trabajo consistía en realidad en hacer el zascandil y disfrutar de las canonjías que el ejercicio de la política lleva aparejadas. Su experiencia como espectadora no era corta, pues había vivido la Restauración, la Segunda República, la Guerra Civil, la dictadura y los primeros años de la democracia.

Aunque no coincido, en su generalidad, con ese juicio, sucinto y absoluto, sí creo que hay muchos políticos cuya principal ambición es divertirse y lograr seguir haciéndolo sin límites. Y también que hay partidos en los que tienden a juntarse. Podemos, que se define por encima de todo por la inexperiencia de sus dirigentes, constituye un perfecto ejemplo de esa visión de la política como jarana permanente desprovista del más elemental sentido de la responsabilidad y de toda conciencia sobre las consecuencias que se derivan de las ocurrencias del grupo de amiguetas que se ha hecho con la marca.

Irene Montero, reina indiscutible del «ellos se divierten», lo mismo se va de viaje con sus amigas en avión oficial y gastos pagados a darse un garbeo por Manhattan que impulsa una ley que reduce el género de las personas a una mera manifestación de voluntad. Lo mismo declara como si nada en el Congreso que los niños, mediando el consentimiento, tienen derecho a mantener las relaciones sexuales que les de la gana con adultos, que proclama que la okupación de viviendas es un problema inventado por la derecha. Y todo sin importarle ni un pimiento el efecto que sus palabras pueda tener en cualquiera de los ámbitos en que ella o sus colegas sientan cátedra con ideas peregrinas o, peor aun, nocivas socialmente. Y todo con esa alegría de quien cree que se dedica a un juego y no a algo tan serio como administrar los intereses generales de millones de personas.

¿Es la okupación un invento de la derecha? Que se lo pregunten Montero y sus amigas a los miles de españoles, muchos de ellos de procedencia muy humilde, y que no tienen el privilegio de tener su casa vigilada permanentemente por la Guardia Civil, como la ministra de Igualdad. Todos ellos podrán informarles de si la ocupación de viviendas es un invento de la derecha o una realidad que viven como un drama muchos sencillos ciudadanos.

El político francés Georges Clemenceau (1841-1929) dijo un día, con razón, que la guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares. También la política es algo demasiado importante para dejarla en manos de unos verdaderos aficionados que desprecian cuanto ignoran. Y también, claro, en manos de quien los ha colocado, contra su previa promesa, en el Gobierno.