Hace casi una década, desde la Estación Científica de O Courel tratamos de llamar la atención sobre el problema, todavía incipiente, de la invasión de ratas-topo en algunos prados de la montaña lucense. Pasados los años, la plaga se va extendiendo y las pérdidas para los ganaderos de Pedrafita, Triacastela, Cervantes u O Courel son ya cuantiosas.
La rata-topo es un roedor que vive en túneles en regiones de media montaña situadas generalmente entre 400 y 1.500 metros sobre el nivel del mar, cuya área de distribución se está expandiendo. Según se ha publicado, su proliferación muestra variaciones cíclicas con un período de 5 a 6 años, con densidades que van desde 50-100 animales/hectárea hasta más de 1.000 durante los brotes.
Según se ha publicado, la rata topo consume preferiblemente raíces, bulbos y tubérculos. Debido a su elevada demanda energética y a su presencia en praderas, huertos y plantaciones de frutales, causa importantes pérdidas económicas en países como Alemania, Francia, Suiza y España.
Las ratas-topo afectan a la composición botánica de los pastizales provocando la regresión de las leguminosas, como el trébol blanco, y el aumento de hierbas de baja calidad y plantas sin valor forrajero. Parece que su proliferación tiene que ver con el cambio de los usos del territorio. La desaparición de los setos vegetales que separaban los prados y el aumento de los grandes pastizales extensivos abonados y escasamente trabajados facilitan su desarrollo.
Las estrategias para controlar las poblaciones de este roedor son la captura física y el envenenamiento químico con cebos empapados con anticoagulante. Aunque estos métodos son eficaces, no son económicamente viables (trampeo) ni ambientalmente aceptables (control químico).
En algunos países de nuestro entorno se ha intentado el control biológico soltando aves rapaces y, obviamente, prohibiendo la caza de los depredadores de los ratones; en la Península Ibérica se ha constatado su presencia en la dieta del milano real, cernícalo, lechuza común, lobo, jabalí o zorro. Actualmente hay investigadores que tratan de buscar procedimientos de esterilización de los animales o de comunicación química.
Hoy una buena parte de la montaña de Lugo está afectada por estos roedores y de seguir así cada día el problema será mayor. Cualquier caminante puede observarlo a la vera del Camino Francés o en el Val do Lóuzara, donde los pastizales aparecen llenos de pequeños montones de tierra que los animales levantan al cavar sus galerías. Tengo la impresión de que esta plaga se nos está escapando de las manos y, como otras veces, lo acabarán pagando nuestros ganaderos. ¡Malditos roedores!