He aquí el simbólico y accidentado acto de entrega de las cuentas públicas en el Congreso. La ministra de Hacienda, léase María Jesús Montero, posa con la tableta en el que está alojado, digamos, el dinero de los españoles. Pero la pantalla no responde, convirtiendo los Presupuestos Generales del 2023 en una especie de agujero negro, caldo de cultivo para todo tipo de agoreros, en plan que si el Gobierno no se toma en serio esta señal, el país será azotado por las siete plagas. Meritxell Batet, a la sazón presidenta del Congreso, acude en modo auxiliadora informática a apretar el botón de encendido. Pero la pantalla sigue en negro. A la ministra Montero están a punto de abrírsele los poros, cumpliendo así la exigencia impuesta por un tal Gabriel Rufián, quien ya adelantó que «el voto de ERC se suda». Hay quien dirá que al menos alguien, una humilde tableta, ha decidido echar un pulso a los socios preferentes del Ejecutivo.