El independentismo está en coma inducido por el resultado del referendo que partió a Junts y dejó a ERC solo en un Gobierno minoritario total. ¿Quiere decir que está atenuado el problema catalán? Nada de eso. Que se lo digan a los policías que estuvieron jugándose la vida en las calles de Cataluña cuando la maldita guinda del procés. Lo que ha sucedido no es más que política pura. Una separación que se veía venir y que daña a las dos partes de la extraña pareja. Pero ambos han buscado el divorcio. Tanto ERC como la mitad más uno de Junts.
ERC lo tiene claro. Aragonès vende que nombra nuevos cargos que refuerzan que ellos siguen siendo los buenos: los de la vía amplía. Ficha a un ex del PSC, a otro ex convergente y a una ex de Podemos. Todo muy bonito. Pero el plan de Junqueras al proclamar su mejor, solos, es hundir a Junts. Prorrogar presupuestos en Cataluña. No buscar el pacto con nadie y tirar para adelante, aunque la gestión sea nefasta para los catalanes allá. Él lo que quiere es jugar la última baza de esta legislatura como socio de Sánchez en Madrid. Que se note otra vez en las cuentas del Estado que manda mucho, que no hay nada mejor que la política real, no los sueños separatistas. Se hace más daño desde dentro.
La mitad más uno de Junts que se ha suicidado espera su momento. Liderados por Puigdemont y Laura Borràs esperan que el cadáver en que se han convertido termine por resucitar como zombi más fuerte que nunca, invencible. Para los radicales de Junts, el mundo al revés (ERC son los santos, y Junts, los echados a los Pirineos), Italia es un claro síntoma de que el mundo cada vez se derechiza más. Creen que el independentismo crece cuando en Madrid hay un PSOE débil y un PP fuerte, pero que necesite a Vox. Ese es su escenario ideal. La derecha democrática regada con la gasolina de Vox. Ese sería su momento para volver a incendiar las calles. El odio se alimenta con odio.