Se puede afirmar que la pandemia del covid desnudó a la Administración, siendo especialmente sangrante en algunos ámbitos, como las oficinas de la Seguridad Social, donde ni siquiera las citas virtuales han sido operativas. En sanidad han sido particularmente llamativas las listas de espera en atención primaria. El médico de familia constituye la puerta de entrada al sistema y la entrevista clínica, la esencia de su trabajo. La dificultad para acceder al médico de familia sitúa al ciudadano en una posición de indefensión, que no llega a ser absoluta por el recurso a los servicios de Urgencias, utilizados a menudo como vías vicariantes para conseguir asistencia médica. De ahí que resulte muy pertinente preguntarse cuál sería el tiempo máximo admisible y analizar sus implicaciones.
El paciente puede presentar, entre otros, un problema nuevo cuyos síntomas le preocupan y angustian, precisar renovación recetas que ha agotado o gestionar una incapacidad laboral. Subjetivamente, cualquiera de ellos es importante y la respuesta no debería demorarse mas allá de 2 o 3 días.
Al mismo tiempo, la disponibilidad horaria del médico de familia es finita. Aumentar sin control el número de consultas atendidas cada día lastra la calidad del servicio. Los pacientes requieren ser escuchados y a menudo la obtención de la información es laboriosa. A más pacientes diarios por médico, menos tiempo por paciente y menor calidad. Además, las consultas abarrotadas y breves conducen al facultativo a reafirmarse en sus juicios, solicitando más pruebas e interconsultas, lo que genera nuevas demoras.
Hace casi dos mil años que el emperador Marco Aurelio escribió: «De cada cosa, pregúntate qué es lo esencial». Para reducir las actuales demoras y conseguir una atención primaria satisfactoria para pacientes y profesionales lo esencial sería ofertar más consultas, mejorando la calidad de las mismas. Para ello es primordial disminuir el tamaño de los cupos. Actualmente hay bastantes que exceden de 1.500 cartillas, aunque la media se sitúe en 1.200 por la existencia de cupos rurales menos numerosos. Por tanto, dos objetivos razonables serían reducir el tamaño medio de los cupos a 1.000 y mejorar sustancialmente la gestión de recursos humanos en lo tocante a los médicos de familia (gestión de sustituciones por permisos, bajas, conciliación, etcétera). Incrementar recursos administrativos y materiales o agilizar trámites, como la renovación de recetas, ayudará, pero no irá a la esencia del problema.