La democracia cercada

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

Javier Lizón | EFE

31 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Felizmente, vivimos en una democracia, la cual ciertamente no siempre se manifiesta como un sistema perfecto. Por el contrario, la democracia está condenada a resistir continuos ataques o desvíos si queremos que perdure entre nosotros. Y el resultado aparente, como acaba de declarar el expresidente Rodríguez Zapatero, es que «la democracia cada vez es más crítica con el poder». Al menos así se lo parece a él.

Quizá el citado expresidente debiera separar los logros (que los hay) de los errores (que también están a la vista). Si no, tendríamos que darle la razón al humorista Groucho Marx cuando afirmaba que «la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». Algo que se hace con demasiada frecuencia y tan disimuladamente como sea posible.

El británico Winston Churchill nos dejó dicho que «el político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, pero luego debe ser capaz de explicar por qué no ocurrió todo lo que predijo». Un ejercicio en el que nuestros políticos casi nunca brillan por su transparencia. Recójanse las muchas declaraciones hechas por Pedro Sánchez desde que está en el poder y obsérvese la ausencia de explicaciones cuando la realidad ha desmentido sus palabras.

Los políticos tienen derecho a equivocarse, como cualesquiera otros seres humanos, pero no debieran de rehuir el reconocimiento de sus errores con un descaro total, como ocurre en demasiados casos. Porque es esa impunidad —aparente o real— la que acrecienta la desconfianza entre los ciudadanos y mina la fe en la democracia. Y es que, a la postre, es tan necesario que la democracia exista como que los ciudadanos creamos en ella. Sin caer en lo que en su día denunció el escritor Louis Dumur: «La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos».

Es verdad que la democracia consiente la existencia de demagogos, como también lo es que «se puede engañar a parte del pueblo una parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo», como bien dijo Abraham Lincoln. Por eso es tan esencial la existencia de unos medios de comunicación rigurosos en sus contenidos y capaces de denunciar todo aquello que causa daño a la propia democracia. Solo por esta vía se puede conseguir que la manipulación de los datos de la realidad no se produzca impunemente, ni que la verdad sea destronada. Porque la verdad tiene que ser la base y el cimiento de la propia democracia. Es lo que los ciudadanos demandan y lo que los políticos deberían aportar siempre.