Mencionar la geopolítica resulta obligatorio en los debates actuales y escribir sobre la misma supone un éxito considerable tanto de ventas como de atracción mediática. La mayoría de los acontecimientos vienen siendo calificados de índole geopolítica y sus repercusiones se explican en razón de las relaciones de fuerza. Los especialistas en esta materia han ido definiendo esta disciplina ajustándola y acompasándose a las distintas situaciones derivadas de la coyuntura del momento. Así contabilizamos quienes analizan la realidad desde los conflictos o quienes la enfocan desde la dimensión política, demográfica, económica o tecnológica. Esta polivalencia pretende responder a una comprensión de la sociedad en función de las dinámicas de los actores, de los conflictos y de los desafíos.
Desde los años noventa del pasado siglo se abren nuevos campos de análisis. Se empieza por una tendencia hacia la homogeneización generalizada de los conflictos y por el tan cacareado enfoque sobre el choque de civilizaciones, hasta llegar al momento actual, en el que el propio Fondo Monetario Internacional lo define como un «desorden global». En este sentido, nosotros tenemos que definir un método para calificar, por orden de influencia, las diferentes dimensiones y jerarquías superpuestas.
Se habla de una cuádruple complejidad, ya sea en función del tamaño y demografía de los países; en función de los aprovisionamientos energéticos, de las materias primas y del funcionamiento de las cadenas globales de suministros; del uso de las políticas monetarias y el encarecimiento del dinero; y sobre los posicionamientos y grados de inserción internacionales de los países y empresas. Es decir, la geopolítica está correlacionada con un enfoque multi-escalar de los conflictos entre actores que se traslada a los territorios de manera instantánea.
Ante estas circunstancias, la sociedad mundial continua avanzando siguiendo pautas basadas en transformaciones tecnológicas que suponen cambios de era y que se fundamentan en evoluciones disruptivas. Fuimos evolucionando desde la era de la revolución industrial a la robotización, a la informática, y ahora estamos en la plena eclosión de la inteligencia artificial. Asistimos a un desplazamiento de los centros de gravedad mundiales, cambiando los epicentros geográficos del planeta desde las ciudades-estado de Venecia y Génova a Flandes; Manchester-Londres; Nueva York; California-Seattle; Tokio y, actualmente, el sudeste asiático. Y, finalmente, somos testigos de los nuevos procesos de integración regional, como se comprueba cuando hablamos de la Unión Europea; ASEAN; Comunidad Económica de África Occidental, Oriental y Austral; T-MEC (Canadá, Estados Unidos y México); Mercosur; Alianza del Pacifico; Caricom; SICA, etcétera. También cuando mencionamos la iniciativa impulsada por China en torno a la Ruta de la Seda (One Road, One Belt) y las promesas de su primer ministro de lograr la primacía mundial en 2049, aniversario de su revolución.
Las relaciones económicas internacionales no han quedado al margen. Conocemos nuevos conceptos. Hoy hablamos de off-sourcing (empresas que encargan a otras que efectúen unos servicios en los que están especializados, los cuales se realizan posiblemente mejor y con ahorros económicos); de off-shoring (cuando se traslada el proceso productivo, preferentemente industrial, para fabricar una serie de artículos en el exterior donde se ofrece mano de obra más barata); de in-forming (posibilidad de construir y disponer de tu propia cadena de conocimiento, información y entretenimiento). Pero, lo que más llama la atención ahora es el friend-shoring (tendencia a la regionalización comercial y reubicación de parte de la cadena de producción en economías con gobiernos amigos y estables; o sea, evitando los lugares conflictivos y ajenos a intereses coyunturales). ¿Por qué? Porque se busca, en base a la geopolítica, estar únicamente en mercados seguros y estables; más próximos con tus valores, aunque sean más exigentes y requieran más considerandos. Si no, que se lo digan a aquellas empresas que se escapan o cierran tiendas de Rusia y a aquellas otras que empiezan a hacer lo mismo en China, instalándose en territorios más amigables.