Piqué ha anunciado que abandona el fútbol profesional. Y se merece una alfombra roja. No tanto porque haya que reconocerle su valía futbolística, que fue grande. Sin duda, hablamos de uno de los mejores centrales de la historia del fútbol español y de uno de los componentes de esa mágica selección que ganó Eurocopa y Mundial, amén de que fue miembro del fabuloso Barça que acaparó títulos y elogios. A Piqué hay que ponerle la alfombra porque en realidad deja el césped uno de los mayores caraduras que ha dado el fútbol patrio.
Y es que no es incompatible ser bueno en el terreno de juego con ser un cáncer para el fútbol. Y eso también es parte de la historia de Piqué dentro del balompié. El caso de la Supercopa de Arabia Saudí lo dice todo de un personaje tan ávido de hacer negocios que fue capaz de pisotear toda ética deportiva en aras de ganarse un buen puñado de millones de euros y de estar en la pomada del poder, es decir, formar parte de aquellos que toman las grandes decisiones, como lo fue el hecho tan controvertido de que un torneo español se disputase en el extranjero y, además, en un lugar polémico y discutible.
Resultó curioso ver cuál fue su reacción una vez que trascendió en el Confidencial la historia de la Supercopa. Salió a la palestra, más altanero que nunca, y reprochó todos los ataques recibidos porque no hizo nada ilegal ni inmoral, como si fuera absolutamente natural que un futbolista que juega bajo el paraguas de la Federación haga negocios multimillonarios con ella. Si tan normal era, ¿por qué se ocultó en principio el tema de las comisiones? Por si fuera poco no solo se dirime si el tema es un asunto ético, que sin duda no lo es, sino si es legal. Será un juez el que lo decida.
Antes de dejar el fútbol abandonó la selección española porque desde las gradas era censurado por su actitud en el conflicto catalán. Piqué negó varias veces que se hubiera declarado independentista, pero la realidad es que bendijo la consulta ilegal catalana y lloró ante la que consideró imperdonable represión del Estado español. A Piqué siempre le encantó forrarse en el fútbol español, pero no le importó desprestigiar al país que representaba.
A diferencia de lo bien entrenado que debió estar Gerard Piqué en las cuestiones del fútbol, en todo lo demás se ha mostrado como un niño malcriado que nunca ha dado el salto hacia la madurez. Ahí están todas las chiquilladas que ha hecho, desde escupir al expresidente del Valencia Pedro Cortés, hasta tirar bombas fétidas en un avión y enfrentarse a policías de la Guardia Urbana de Barcelona por una multa.
De todas formas, ha sido hábil puesto que ha tomado la iniciativa de su marcha y queda como un campeón que se va dignamente. La realidad es que Laporta con la ayuda de Xavi le han enseñado la amarga puerta de salida.
Adiós, Piqué, un gran futbolista, todo un caradura.