¿Se ha enterado el Banco Central Europeo de que la gran banca española aumentó su beneficio hasta septiembre en un 31 %? Que vienen siendo unos 16.014 millones de euros. ¿Y que aunque se quiera mirar solo la actividad en España, los grandes ganaron 5.863 millones. Un aumento de 1.400 millones? Que es, millón arriba millón abajo, la cantidad que han de poner para hacer frente al impuesto extraordinario que pretende instaurar el Gobierno y que el BCE no ve con buenos ojos. ¿Desconoce que a esa cifra hay que añadir los casi 20.000 millones que ganaron en el 2021?
Otro asunto. ¿Sabe la señora Lagarde, presidenta de la susodicha entidad, que a día de hoy los bancos españoles nos adeudan la módica cantidad de 58.000 millones de euros de la ayuda que les dimos con aquello del llamado rescate bancario. ¿Y saben en Fráncfort del Meno, que es desde donde nos dicen lo que hay que hacer, que España comprometió 371.358 millones en ayudas de Estado, en recapitalizaciones, rescate de activos deteriorados, garantías y otras medidas de liquidez, para el sector financiero entre el 2008 y el 2012?
¿Desconoce el BCE que hay que ayudarse en los momentos difíciles y que los españoles nos volcamos con nuestros bancos, esos que ahora se oponen a pagar una tasa todavía en estudio, para gravar el margen de intereses y comisiones netas del negocio? ¿Y que esa tasa está ya vigente en varios países europeos? Entonces, ¿por qué cuestiona ese impuesto y pide trasladarlo a sus impositores?
Ha estado ágil el BCE en opinar sobre el impuesto previsto. Que, por cierto, tendrá una duración de solo dos años. Agilidad que no mostró cuando esa misma banca despidió a más de 120.000 trabajadores y cerró más de 20.000 oficinas, colocando a millones de personas en situación vulnerable sin acceso a efectivo.
De la ecuanimidad del BCE y de la señora Lagarde no tenemos la menor duda. Por eso estamos convencidos de que, a no mucho tardar, aunque sigan cuestionando el nuevo impuesto, exigirán a los bancos españoles que nos devuelvan el 80 % de lo que les prestamos y que continúa en sus bolsillos. Por aquella brillante operación de la que Rajoy nos aseguró que no nos costaría ni un euro a los contribuyentes. Eso sería lo correcto, justo y honesto. Y lo hará, porque nadie duda de que el BCE es de una decencia extrema.