Pablo y Yolanda, más de lo mismo

Erika Jaráiz Gulías PROFESORA DEL DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y SOCIOLOGÍA Y MIEMBRO DEL EQUIPO DE INVESTIGACIONES POLÍTICAS DE LA USC

OPINIÓN

Eduardo Parra | EUROPAPRESS

14 nov 2022 . Actualizado a las 15:33 h.

Beiras dijo recientemente de ella que fue la primera persona que lo traicionó, y con las lindezas que le está dedicando Pablo Iglesias todo apunta a que tanta coincidencia, y de tan reputadas cabezas, sobre la misma señora no debe ser casualidad.

Ya no se trata solo de su complicada relación histórica con Izquierda Unida, la verdad es que, en su ascenso, la señora Díaz ha ido pisando callos por todos los sitios que ha pasado, fruto sin duda de la desmesurada ambición política que atesora y del hecho, sin duda perceptible, de que, aunque haya dejado de vestir de rojo, el diablo sigue siendo diablo.

No soy de las que, llegado este punto, se pregunta si la juzgaríamos igual si se tratase de un hombre; y no lo hago, no porque no lo crea, sino porque explicar todo en función del machismo que nos rodea nos lleva a no ver las otras razones que están detrás de cada comportamiento.

Lo cierto es que en política, como en la vida, cuando alguien crece los que han contribuido a la construcción de su liderazgo tienen que estar dispuestos a que lo ejerza. Cualquier asesor lo sabe; nadie puede mantener a un líder por la correa —que le pregunten a Redondo— y mucho menos a sus compañeros de viaje.

Pablo Iglesias prefirió dejarle el liderazgo a Yolanda Díaz, por su relación personal, que a un miembro orgánico de Podemos. Sabía que no iba a poder controlar la organización si el liderazgo crecía dentro, creía más en el vínculo personal que en el orgánico, por eso se siente traicionado.

El problema es que todos los políticos se equivocan cuando creen que van a seguir manejando los hilos desde atrás, sin ser conscientes que es el ejercicio del poder el que reproduce el poder. Y por eso Iglesias reclama a Díaz desde el «nosotros te hicimos vicepresidenta», que en el fondo significa «sacrifiqué a Podemos por ti».

Es verdad, Pablo sacrificó a Podemos por Díaz, y ahora Díaz es la líder que quisiera tener Podemos, pero que el camino llevó a la orilla de enfrente. El error está en la estrategia de Iglesias para seguir controlando Podemos, un error que nace de un exceso de personalismo que le lleva primero a no presentarse a las locales para no crear otros líderes; después a realizar alianzas con las «confluencias» para no integrar en la organización a sectores excesivamente cohesionados, como Compromís o las Mareas; más tarde a limpiar la organización de miembros con liderazgo alternativo, como Errejón, y, finalmente, a situar el liderazgo fuera de la organización, con Yolanda Díaz, en vez de hacerlo dentro. Todo, porque no podía traspasar el liderazgo directamente a Irene Montero; qué duro es el amor.

Iglesias debe mirarse en el espejo antes de señalar culpables, pero Yolanda Díaz debe aprender de los errores de Iglesias para no repetir el camino. Y comenzar el viaje sin presentarse a locales y autonómicas es un mal comienzo; y hacerlo apoyada en la fuerza de los Comunes y de otros sectores no orgánicos es repetir el viaje; y volver a plantear la ensoñación del meta-partido y la paraorganizacion es reconstruir la fantasía de cada coyuntura de la izquierda pensando que esta vez es imparable, hasta que un día un tal Roberto Michels llama a tu puerta y te dice «más de lo mismo».