Díaz Ayuso, que no para de agitar los mundos que puedan reportarle beneficios para construir su hegemonía entre los dirigentes de la derecha, Feijoo incluido, ha enlazado su cruzada contra la ultraizquierda (rojos y comunistas, tan mal vistos), y que a este paso incluirá a la obra benéfica del padre Ángel, con la sanidad pública. En lo que obviamente no está sola, sin hacer política.
Junto con la presidenta Díaz Ayuso, otros dirigentes del PP han mantenido la estrategia de extender la crisis de la sanidad a otras comunidades. Crisis que existe, como vemos en Galicia. También en Cataluña o Andalucía, e incluso en Navarra y el País Vasco, ambas de régimen foral y autonomía financiera. Pero, siendo cierto que la sanidad, desde la crisis del 2008, incluido el tiempo de Gobierno de Rajoy, ha entrado en un bucle de recortes y pésima gestión de sus recursos humanos, no es cierto que el desaguisado sea de un Ministerio de Sanidad que lleva años en riesgo de extinción y que malamente hubo que resucitar en sus precarios mecanismos de gestión con motivo de la pandemia. Por eso resulta retumbante que gobiernos varios, como el de Ayuso y el de Rueda, pretendan ahora traspasar responsabilidades a ese reducido ministerio, obviando sus responsabilidades transferidas y asumidas desde hace muchos años, pero deficientemente gestionadas. Resultado de las políticas sostenidas estos años, particularmente en los recortes de inversión, los recursos humanos y su precariedad, y la carencia de una planificación estratégica, cuando no de su externalización.
Y por volver a Díaz Ayuso y su Gobierno, apenas es necesario recordar a una figura singular de la sanidad madrileña: Fernández-Lasquetty. Consejero de Sanidad entre el 2012 y el 2014 que aplicó un recorte del 7 % en sus presupuestos y promovió la privatización de seis hospitales, junto a otras medidas privatizadoras en centros de salud, que supusieron dimisiones de cargos sanitarios y movilizaciones de la marea blanca. Llegando a acciones judiciales en las que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid paralizó esa privatización de hospitales. Dimitió Fernández-Lasquetty en enero del 2014 y poco después anunciaba el abandono de la política, donde empezó en 1982, para «reinventar mi vida» con el desempeño de un puesto directivo en la Universidad Francisco Marroquín, de Guatemala.
Pero todo político puede renovarse y el reinvento vital de Fernández-Lasquetty duró poco. En el 2019 volvió como consejero de Hacienda y más cosas en el Gobierno de Díaz Ayuso, y ahí sigue. Antes, en los tiempos de Esperanza Aguirre, la que no supo ni conoció, estuvieron al frente de la sanidad madrileña los señores Güemes y Lamela. Búsquenlos y entenderán la sanidad madrileña hoy, a sus émulos en otras comunidades, y sabrán de Ayuso. Escaqueándose.