Menudo partido: las tablas eléctricas entre España y Alemania. Fue una gozada, como lo es desde que está Luis Enrique. Da igual lo que pase al final o en la final. Luis Enrique ha convertido su mandato en la Selección en un espectáculo, al filo de lo imposible, un corte seco de navaja. Como todos los espectáculos agrandados, muchas veces pasado de vueltas. Pero nadie le puede achacar que llegó al cargo para no ejercer. Si algo no sabe hacer el asturiano es ponerse de perfil. Contra Costa Rica, goleamos porque los ticos eran una banda. Una banda que luego le ganó a Japón. Contra Alemania llegaba el partido de verdad. Y lo que vimos fue Luis Enrique en estado puro: en combustión. Dani Olmo casi fusiló a Neuer, que la salvó con ayuda del larguero. Luego sufrimos, mucho. Menos mal que anularon el gol en fuera de juego.
Luis Enrique tuvo el descanso para cambiar de marcha. No quiso leer el juego. Con esos centrales que tiene Alemania, si les cedemos campo, los freímos al contragolpe. Pero a España le va el alambre. El calambre. Que pidan ya desfibriladores para todo el país. Lo de este seleccionador en la frontera del campo contrario no es negociable. El filo del acantilado. Apareció Morata y marcó. La vida al límite. Las mejores ocasiones las tuvimos siempre con la defensa de Alemania corriendo hacia atrás. Unai salvó el empate, aunque nos va a matar con el balón en los pies jugando de libero. Después no pudo con el cañonazo alemán. Empate. Al Ferrari de Niko Williams le fallaron las ruedas. Que nos dejen a Musiala, el mejor de ellos con diferencia. Hay que seguir con el circo de Luis Enrique y sus muchachos.
Los chavales de hoy, por su éxito en sus directos en el canal Twitch, le llaman Luis «Padrique». Y a él le gusta. Le pone todo lo que le suena a marcha. «Padrique» es la manera de los más jóvenes para decir que «padrea» en las redes, que da la chapa, pero con gracia. Un pureta con su punto de coña.
A Luis Enrique o lo amas o lo odias. Era extremo y solo se sabe mover en los extremos, en las diagonales que terminan en gol o con un codazo en la cara y la nariz ensangrentada. Los partidos intenta ganarlos al asalto. Eso no se negocia. Como el esfuerzo. Sus jugadores con caballos al galope. El contrario tiene que aloitarlos como en una rapa das bestas para frenarlos. Luis Enrique quiere convertirlos a su causa a golpe de ideología de ataque, obediencia y cincel. Toca Japón, una fiebre de equipo. También se mueven de forma frenética. Luis Enrique a empatar no va a jugar. El que prefiera tila tibia que no vea los partidos de España. Que traigan los desfibriladores. Uno para cada casa, uno para cada corazón.