¿Cómo puedo sospechar si estoy ante una persona con bulimia?
OPINIÓN
El número de consultas generadas por trastornos de la conducta alimentaria (TCA) no ha hecho nada más que crecer en los últimos meses, si bien realmente en la consulta solo estamos viendo la punta del iceberg. En el imaginario común tenemos la idea de que los TCA se ciñen a la anorexia nerviosa, cuyas consecuencias a nivel físico suelen ser evidentes. Pero existen otros TCA que pueden pasar desapercibidos porque la persona que los padece, puede mantener un peso normal, como la bulimia nerviosa.
La bulimia se caracteriza por la presencia de atracones, en los que en un corto espacio de tiempo se produce una ingesta de gran cantidad de alimentos. La persona con bulimia, en el momento del atracón, no puede controlar qué o cuánto come. Además, se acompaña de comportamientos compensatorios, como autoinducción del vómito, abuso de laxantes y/o diuréticos, ayuno o ejercicio extremo.
Pero los TCA no se desarrollan de la noche a la mañana, existen factores que predisponen, precipitantes y mantenedores, en los cuáles podemos encontrar las primeras banderas rojas. Los cánones de belleza actuales o la vida bajo el prisma de las redes sociales pueden impactar de forma negativa en personas ya sensibles. Son también predisponentes la presencia de personas con TCA en el entorno o de los malos hábitos alimentarios de fondo. Sobre esta base, cambios físicos en relación a la edad, críticas externas sobre el físico, realización previa de dietas, cambios a nivel vital o relaciones sentimentales fallidas, pueden ser precipitantes. El seguir dietas muy restrictivas en las que la sensación de hambre sea constante, el aislamiento social, la propia iatrogenia que podamos hacer los profesionales o el refuerzo positivo que se consigue de los demás cuando se pierde peso, pueden mantener el trastorno.
A nivel físico, cambios drásticos de peso, alteración en el crecimiento, desajustes o pérdida de la regla, alteraciones dentales como caries, reflujo gastroesofágico, estreñimiento, alteraciones en potasio o callosidades en los nudillos son síntomas de alerta. Podemos encontrar otras señales como giros radicales en el patrón dietético, controles excesivos en la báscula, ejercicio físico compulsivo o encerrarse en el baño durante o inmediatamente después de las comidas.
Bajo ese adolescente irritable, con baja autoestima o inestable, puede haber malestar emocional y sufrimiento que enmascaren una bulimia. Encontrar restos de comida u envoltorios en lugares de la casa poco habituales, diuréticos no prescritos o sobreconsumo de laxantes son avisos claros.
Debemos estar atentos a estos síntomas ya que un diagnóstico precoz posibilita también que la intervención sea rápida y no se perpetúe el trastorno.
Sin lugar a dudas, un trabajo coordinado entre profesionales sanitarios especializados y la colaboración de la familia y del entorno cercano del enfermo son básicos para lograr una mejor respuesta en las personas con trastornos de la conducta alimentaria.