¿Y la convergencia?

Manuel Blanco Desar ECONOMISTA

OPINIÓN

Luis Millán | EFE

23 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La memoria es selectiva y muy personal, incluso caprichosa. Recuerdo el Telediario del 1 de enero de 1986: por fin entramos en Europa. Por aquel entonces y durante unos años mucho se habló del deseo y la necesidad de converger con Europa, sobre todo en renta por habitante. Lo fuimos haciendo algo, a trancas y barrancas. Después, omertá. No interesaba. Nos entretuvieron con otros enredos y siguen, cada vez con mayor afán. El por qué está claro: no convergemos y otros que iban por detrás nos han adelantado, sacando ventaja. Esta desmemoria es una operación maquiavélica. Padecemos un TDAH colectivo que nos impide enfocar a lo importante para centrarnos en lo artificialmente urgente. La estrategia española, si se admite el oxímoron, consiste en ir tirando, en aboyar, en que la UE nos lance cables, nos apuntale, nos soporte. Así se explica que no nos avergüence desde 1986 ser de los últimos por desempleo, por escasa calidad del empleo, por desastre educativo, y, a la vez, por ser de los primeros en fraude a los fondos europeos. Por cierto, ¿sabe alguien si se han devuelto a Bruselas las ayudas percibidas y malversadas en tantos y tantos casos de corrupción? ¿Se ha repetido contra el patrimonio de los malversadores? Sobre esto también hay desmemoria y muy selectiva.

El patriotismo se demuestra queriendo lo mejor para los conciudadanos sin desear nada malo a los vecinos. Aquí el patriotismo no existe. Se confunde con sectarismo y antes con cuartelazos. Y para beneficiar a los conciudadanos no queda otro remedio que hablar nuevamente de la convergencia económica con Europa. Mejorar las políticas sociales requiere, exige, un mayor y mejor crecimiento, comenzando por el industrial, abandonando los negocios de maletín y agiotaje. Si no fuese así, proseguiremos con nuestra alocada carrera de endeudamiento, hasta que el Banco Central Europeo ponga pie en pared. Claro que, entonces, quienes impulsan la desmemoria de la convergencia tendrán la excusa populista, digna de la peor oclocracia, de culpar de nuestros males a la pérfida Fráncfort, además de al usual gólem de Bruselas. Posteriormente se declararán europeístas y abominarán de los eurófobos que amamantaron, hasta que comience otro ciclo de atraso, retraso y cortinas de humo.

Entretenidos con los artificiosos problemas hispano-españoles se nos va el tiempo, década tras década. Los más damnificados son nuestros jóvenes. De nuestra herencia solo se librarán a beneficio de inventario, es decir, huyendo, tomando para sí todo lo bueno, y mucho, que tiene la España real, pero librándose allende de la España oficial.