Políticos y democracia

Carlos G. Reigosa
carlos g. reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

Eduardo Parra | EUROPAPRESS

09 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Abraham Lincoln, quizá el presidente más grande que tuvo EE.UU., les advirtió a sus contemporáneos (y a todos los que fuimos viniendo después) que «se puede engañar a parte del pueblo una parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo», como parecen creer muchos políticos de ahora. La triste realidad, no obstante, es que se sigue cumpliendo una de las muchas sagaces ironías que nos legó el británico Winston Churchill, cuando dijo que «un político debe ser capaz de predecir lo que va a ocurrir mañana, el mes próximo o el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido». 

Lamentablemente, los españoles estamos cada vez más convencidos de tener una clase política bastante deficiente, con algunas excepciones, como es natural. El grandísimo humorista Groucho Marx tenía razón cuando aseguraba que solo se sentaría a la mesa de un político «si paga él». Porque, según deducía, la política se había convertido en «el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico fácil y aplicar después los remedios equivocados».

La realidad más real es que la política está en todas partes y es causa y consecuencia de los cambios sociales y económicos de todo el mundo. De esto no hay duda. Pero no debiera de convertirse en el juego retorcido que a veces es y que nos afecta a todos. Porque, en este caso, bien cabría decir —como ya se ha dicho— que «es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa».

La realidad es que «la política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano», como bien señaló el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower. Pero esto no es fácil de lograr. Miremos nuestra propia realidad y tal vez acabaremos aceptando el consejo del financiero Bernard M. Baruch: «Vota a aquel que prometa menos. Será el que menos te decepcione». Porque la realidad política está tan llena de intereses y de conveniencias que a los que mandan les cuesta mucho someterse al verdadero sentido de la democracia. Y así nos va.