Imagínense a un hombre a quien se le ha pasado por la cabeza matar a su pareja. Anda dándole vueltas al asunto, no es algo que se decida de la noche a la mañana porque, como dice el personaje de La familia de Pascual Duarte, de Cela, «la idea de la muerte llega siempre con paso de lobo, con andares de culebra… nunca de repente llegan las ideas que nos trastornan». El caso es que últimamente, la vena agresiva palpita con furia. Siente un odio que le devora y que le pide pasar a la acción. Lo que en un principio solo fue un pensamiento pasajero, ahora se ha convertido en obsesión.
Entonces, un día, enciende la televisión por la mañana y da con uno de estos programas sensacionalistas que llevan a expertos a hablar del tema y que lanzan las mismas imágenes morbosas una y otra vez. Escucha, por ejemplo, que en Toledo un tipo acaba de matar a su expareja embarazada a cuatro días de dar a luz delante de sus dos hijos adolescentes, o que otro acuchilló a su mujer en Tarancón (Cuenca) y luego se entregó a la Guardia Civil. Oye también a un vecino comentar que no sospechaba nada, o que, por el contrario, todo el mundo sabía de los malos tratos de ese hombre que fue juzgado y absuelto en otra ocasión. Lo que sea, me da igual; siempre hay un vecino para comentar a la puerta de su casa. Y entonces este asesino en potencia, que se ha quedado clavado frente al televisor, se dice: si ese pudo, ¿por qué no puedo yo? Sin darse cuenta, en ese titular, en esas imágenes, en esos frívolos comentarios, ha encontrado un elemento de refuerzo. Solo tiene que esperar a la siguiente discusión, a la provocación de la mujer o a la bravuconería que otorgan dos whiskis tomados a media noche en la barra de un bar para pasar a la acción.
En el año 2022 fueron asesinadas en España por violencia de género al menos cuarenta y nueve mujeres y diciembre fue el mes más fatídico con once fallecidas, convirtiéndose en uno de los períodos con más asesinadas desde que se empezaron a contabilizar en 2003, una estadística que ya alberga 1.182 nombres.
Es un tema muy delicado, difícil de atajar, y no me gustaría estar en el pellejo del que tenga que hacerlo. Pero últimamente tengo la sospecha de que, si bien entre ciertos sectores puede que se produzca un efecto positivo de sensibilización, informar pormenorizadamente sobre los casos de violencia machista, nos hace, en términos generales, un flaco favor.