Los últimos quince años

Manel Antelo PROFESOR DE ECONOMÍA DE LA USC

OPINIÓN

Javier Cebollada | EFE

16 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Si analizamos la evolución del PIB per cápita en España a lo largo de los últimos veinte años, se concluye que la riqueza del país lleva estancada todo este tiempo. De acuerdo con Eurostat, el PIB real per cápita en el 2021 ascendió a 23.510 euros, un valor muy similar al del año 2005, cuando fue de 23.420 euros. Mientras, la senda en el resto de Europa fue moderadamente alcista.

¿Qué hay detrás de esta evolución tan raquítica? Para responder a esta pregunta hemos de apelar a los dos elementos básicos que condicionan el crecimiento del PIB per cápita. El primero es la mejora de la productividad del trabajo (el PIB por hora trabajada) o, lo que es lo mismo, el hecho de que con la misma cantidad de horas trabajadas al año se produzca más. El segundo es el aumento en la utilización del factor trabajo (el número de horas trabajadas per cápita), lo cual significa que trabajando más horas al año se genera más renta.

De los dos elementos, el más relevante es, sin duda, el crecimiento de la productividad laboral, porque con un mayor nivel de producción por hora trabajada es posible generar más renta, incluso con menos horas trabajadas. Ahora bien, aumentar la productividad con el fin de mejorar el PIB per cápita nunca se le ha dado bien a España. El proceso de ahorro e inversión en la adquisición de bienes de capital y nuevas tecnologías no se ha desarrollado y sigue sin hacerlo como sería deseable. Uno de los porqués es el tamaño de las empresas y la reducida proporción de empleo que suponen aquellas que son medianas y grandes. Para hacernos una idea, según los datos de la OCDE, en el 2016 la empresa media de manufacturas, construcción y servicios no financieros en España ocupaba a 4,4 trabajadores, frente a los 11,8 de Alemania.

Este escaso tamaño empresarial no favorece la capacidad para crecer. Y si la estructura productiva no crece, no puede mejorar la productividad. Porque solo cuando las empresas ganan tamaño pueden beneficiarse de las economías de escala y acceder a nuevos mercados, tecnologías e innovaciones que repercutan en la adquisición de talento y mejora del capital humano.

Y lo peor de todo es que parece que no hemos sacado partido al euro y la financiación barata que se ha mantenido durante un buen período de tiempo. Si tenemos en cuenta que desde principios de 1996 hasta finales del 2007 el PIB por hora trabajada aumentó solo dos puntos porcentuales, se entiende que España sea hoy uno de los países de la OCDE con el PIB por hora trabajada más reducido, superando escasamente a Grecia. La mala asignación de recursos hacia los sectores y las empresas poco eficientes podría explicar este comportamiento. Que la bolsa española esté dominada por los bancos (28 %), las eléctricas (26 %) y los servicios de comunicación (14 %) parece indicarlo. Sin duda, un coste de oportunidad demasiado elevado por la dinámica empresarial de la nueva economía que podría haber fructificado y que no lo hizo.