Nada peor para los de una secta que te insulten los tuyos. Los de tu religión a grito partido contra ti. Esos chillidos son los más difíciles de digerir. Los sapos más desagradables. Ser un elefante en tu cacharrería debe ser como que todo el mundo te vea salir andando de un baño para minusválidos. En la cumbre propagandística de Barcelona, que organizó Sánchez con Macron, los manifestantes secesionistas enseñaron la patita e insultaron con su insulto favorito a uno de los suyos. Junqueras, botifler. A Macron la manifa catalana le debió de parecer una mini manifestación al lado de la que él tenía liada en Francia con la huelga contra su reforma de las pensiones. En Barcelona, un grupito de cabreados que reclaman un país que no existe. En París, la grandeur de la protesta.
Pero volvamos al hombre que soñaba que, tras pasar por la cárcel, sería alzado en hombros por los suyos. A Junqueras. Vilipendiado, como botifler. Un vendido a Sánchez. ¿Quién utiliza más a quién? A estas alturas del culebrón catalán ni se sabe. Tenemos claro que Sánchez es un rehén de ERC. Pero Junqueras tampoco consigue su objetivo de convertirse en president o en santo. Ni cambiándole el Código Penal parece que le hayan acercado mucho su objetivo de ser candidato. Veremos qué rumbo toma la justicia. Pero es evidente que Junqueras no se dio un baño de masas el jueves. Le queda como posibilidad: insistir en sus oraciones y dar el paso a la carrera eclesiástica. Tiene una pinta de arzobispo de los de antes, de los que comían a dos carrillos, que no puede con ella.
Él insistirá en la política, en esa revolución de exquisitos en la que solo importan los detalles absurdos. Aragonès participa, saluda a los dos presidentes, pero se va antes para no escuchar los himnos de Francia y, sobre todo, de España. Y deja sobre los pies de Sánchez y Macron como un enfant terrible esta advertencia: «El procés no ha terminado». Como si el procés ya asumiese que es una enfermedad de pronóstico reservado que no finalizará nunca. Más material para el esperpento. Más letras para canciones. Más volumen para todos. No hay más que ver la nueva estampa del huido Puigdemont que ha engordado varias tallas durante su estancia mantenido en Bélgica, logrando así que le sirva la ropa de su odiado Junqueras. No sé sabe muy bien qué papel interpreta cada uno.
La CUP con sus banderas al viento, con sus corazones demostrando que son los más inflamados e inflamables. ERC, Junts… Todo un disparate muy Ada Colau, la alcaldesa por supuesto también por el medio, como subrayando esa creencia de que Barcelona, en realidad, es una ciudad más de Francia, muy por encima de cualquier urbe española. Qué pena. Los acomplejados son ellos. Esa cumbre con la que Sánchez intentó escenificar su pacificación de Cataluña. Yo celebro cumbres, donde otros mandan policías. No, tú celebras sainetes donde la comedia está servida. Tiene mucho más talento Shakira para el enredo que todos estos juntos. Que le encarguen a Shakira un nuevo himno. Así el procés daría de una vez la vuelta al mundo.