El lux es la magnitud física que mide la cantidad de luz que cae sobre un área determinada. Un sol radiante de verano, en su punto más alto y brillante, ilumina el suelo con 100.000 luxes. El ojo humano empieza a protestar ante una iluminancia de unos 120.000 luxes: con esa cantidad de luz por metro cuadrado no somos capaces de aguantar con los ojos abiertos.
En el otro extremo, una luna llena esplendorosa ilumina el suelo con la cuarta parte de un lux. Y lo curioso es que el ojo humano ve de noche con esa cantidad de luz por metro cuadrado. Comparen esas dos condiciones extremas: el ojo humano es un órgano extraordinario que puede adaptarse y seguir viendo ante un cambio de medio millón de veces en las condiciones de iluminación. Con 10 lunas llenas nuestras calles estarían bien iluminadas. Con 50 ya veríamos de sobra. Pero ocurre que muchas calles están sobreiluminadas con la luz de entre 100 y 200 lunas llenas. Les cuento esto no solo por el despilfarro que supone (sobran farolas, alumbran de modo incorrecto y, además, las nuestras derrochan el doble que las alemanas), sino por el peligro que esa contaminación lumínica puede tener en nuestra salud. El ser humano, a lo largo de los milenios, ha establecido un ciclo natural día-noche, que se ha roto hace pocas décadas con los excesos de la iluminación artificial, que además nos impide ver el cielo estrellado. Es muy necesaria una ley estatal que, con asesoramiento técnico, ponga orden en el caos de la iluminación nocturna del país.