No hay nada más bonito como cuando un medio de comunicación, en la web, en el periódico, en la radio, se pone del lado de su audiencia y le da voz a lo evidente. La cita previa se generalizó en una situación de pandemia, pero ha dado paso, como todo lo que no atiende a razones ni a casos particulares, a desmanes.
Es increíble que tantas décadas después tengamos que escribir el mismo artículo con el que Larra criticaba a los funcionarios. Tampoco hay que generalizar con los funcionarios. Los culpables son los responsables de la Administración, de todas las administraciones. Pero lo que demanda la gente es de una evidencia aplastante y deja a la vista la jeta de la cita previa universal. Los funcionarios, que son muy valiosos, deben recibir instrucciones claras sobre su uso y su abuso. Así tendrán la cintura y la flexibilidad para adaptarse a las múltiples casuísticas. No todo puede pasar por un guardia de seguridad de uniforme que, como contaba mi compañera Sofía Vázquez, te dice que no sin ni siquiera dejarte hablar o intentar explicarte.
Vivimos en Galicia. Hay mayores. Los mayores, lo sabemos todos, requieren de una atención especializada que, en ocasiones y por presión de los medios de comunicación, se les empieza a dar tímidamente. Es un avance la cita previa para planificar, para evitar las situaciones absurdas de colas tremendas que se daban antes de la emergencia sanitaria. No sé si, como dicen algunos juristas y expertos, la cita previa sin flexibilidad puede vulnerar los derechos del administrado. Lo lógico es que el que está delante de la puerta o detrás de una ventanilla deba escuchar antes de decidir.
Pensemos en la sanidad. Cada vez se están generalizando más las consultas telefónicas, una gran labor en determinadas situaciones. Pero un peligro en casos donde los días van pasando y la consulta telefónica, «vuelva a llamarme», roza el daño, a pesar de la advertencia del paciente de que cada vez se encuentra peor. Cuando se está en esta casilla hay que auscultar, mirar a los ojos, lo de toda la vida, ser el médico de cabecera. Así se les nombraba, porque estaban a la cabecera de la cama del enfermo. No vale el teléfono, según para qué supuesto.
Tampoco vale la gestión virtual para todo. Es un avance que la pandemia consolidó, con un esfuerzo de adaptación del funcionariado. Pero no puede haber venido para quedarse sin cintura. Contesta el Gobierno a mi compañero Carlos Punzón que la cita previa es una vía para evitar el estrés a los empleados públicos. Ensayos de sonrisas los hay en todos los trabajos. La cita previa debe ser una herramienta más. No la única. Son los responsables de los funcionarios los que deben reordenar este guirigay.