Para siempre. El titulo de este articulo lo cogí prestado de un reportaje periodístico sobre la elaboración de la cerveza y se lo debo a un monje belga de la orden cisterciense de la estricta observancia, que contemplaba el mundo que se está apagando para no volver a ser como era.
El cambio experimentado está siendo prodigioso. Se han movido los marcos referenciales que hacían mas llevadera nuestra forma de vivir y se han confundido con los algoritmos que nos dictan nuestra manera de comportarnos desde la hegemonía cotidiana de las redes sociales. La cultura Meta se acabará imponiendo en esta nueva era poscovid. La sombra de la guerra empaña la visión del horizonte, la pobreza creciente y la desigualdad en una sociedad cuando menos dual; unida al deterioro del medio ambiente define nuestro entorno occidental de ciudadanos de la sociedad del bienestar. El mundo no puede analizarse con los conceptos de peor o mejor, solo es distinto y no debemos consentir que la melancolía distorsione la interpretación. Se apaga para siempre y una suerte de niebla densa se va instalando progresivamente en nuestra forma de entender la vida.
En el texto de Chuck Klosterman Los noventa, editado por Península, el autor realiza una radiografía de la cultura comprendida entre la caída del muro de Berlín y el atentado contra las Torres Gemelas. Es más que una foto fija de lo que se ha dado en llamar generación X, la que tuvo de referencia anterior a los baby boomers, y que fue sucedida por nuestros millennials, casi contemporáneos. El punto de partida, veinte años después del descubrimiento del escritor Douglas Coupland de la generación X, está en la muerte de Kurt Cobain, el líder de Nirvana que eligió el suicidio cuando entendió que el mundo anunciaba las vísperas de un apagón paulatino. Los plazos que veíamos lejanos han acelerado el discurso de un cambio que busca la globalidad, un cambio que está dejando muchas señales en el camino que precede a un futuro en cualquier caso imperfecto, mientras prevalece el dolor y el sufrimiento y los cuatro jinetes del apocalipsis se disponen a un galope desbocado.
Pero yo solo quería citar al fraile cisterciense que vio en la desaparición de una cerveza tradicional belga toda una señal que le hacia mirar con nostalgia el mundo, este mundo que se apaga para siempre.