El silencio de Yolanda
OPINIÓN
Cuando el proyecto de Sumar arrancaba, algunas tuvimos la percepción de que había cierto latido feminista en aquella presentación de Valencia con Colau, Oltra, Mónica García y Fátima Hamed. Era un acto, con protagonismo femenino, de mujeres, bajo el lema «Otras políticas», pero dirigido a toda una sociedad que ya estaba madura para que las lógicas feministas superaran las posibles fracturas nacionalistas e incluso las interculturales. Era un tiempo para empoderar a las mujeres que querían salirse de las viejas fracturas, de los viejos clivajes, para construir otros liderazgos sobre otros ejes de la competición.
Es cierto que no estaban las mujeres de Podemos, pero también lo es que cuando todavía se hablaba de Yolanda como la candidata de la formación morada, aquellas «otras políticas» se referían también a Podemos, al modelo organizativo e ideológico de la formación de la que procedía la ministra, que había envejecido demasiado rápido, porque se había oligarquizado, como un partido viejo, nada más nacer.
Aquel arranque de finales de noviembre del 2021 ya anunciaba que la verdadera propuesta de Yolanda era una opa a los acompañantes, a las confluencias y a los ex de la agrupación que la nombrara ministra, aunque nadie entendiera la incapacidad de Podemos para reaccionar.
Yolanda lanzó su proceso de escucha a la sociedad y el tiempo pasa, nos vamos haciendo viejos, y cada día, aquel aire fresco de Valencia se hace más lejano. Primero con la decisión de no participar en municipales y después con su predilección por las políticas socialistas de corte clásico, la suba de los salarios, la confrontación con la banca, con el empresariado, que la alejan del foco feminista.
Yolanda busca la discrepancia medida, la confrontación suave, la que hace que los líderes empresariales encuentren en ella un espacio para la negociación y el acuerdo; persigue la reducción de la canasta básica sentándose con los grandes de la distribución alimentaria, pero cuando Podemos confronta duramente con Francisco Roig, entonces guarda silencio, porque ese no es camino.
Lo mismo ocurre con la ley del «solo sí es sí», es incapaz de tener una posición ni con Podemos, ni con el PSOE, ni con ninguno de los dos; su salida son los silencios, porque todos estos espacios la desvían del camino estratégico que se ha marcado. Pero España no está para silencios; hoy la política de verdad no puede ir de actos lúdicos, de think tanks intelectuales, y de no meterse en los charcos en los que está metida toda la sociedad. Dicho en román paladino, si no sabes lo que piensas sobre la ley y la reducción de las penas, no eres de las nuestras; seamos nosotras las que seamos, que tampoco lo tengo claro.
Lo que tengo claro es que quien le aconseja que no se meta en esos charcos que la desvían de su camino, con esos modelos de comunicación política de pacotilla, se olvida de que el camino se hace precisamente dejando la pisada en los charcos, y que si no lo haces, el camino no es tuyo. De eso iba la mirada que se leía en aquellas «otras políticas», tan lejanas, tan necesarias, para ser reducidas al silencio.