La corrupción en el fútbol

OPINIÓN

Joan Laporta, en el palco del Camp Nou, con Rafael Yuste, vicepresidente del Barelona
Joan Laporta, en el palco del Camp Nou, con Rafael Yuste, vicepresidente del Barelona Quique García | EFE

18 feb 2023 . Actualizado a las 11:38 h.

Sobre la corrupción en el fútbol hay dos corrientes de pensamiento. Una cree que no es más que el reflejo de la corrupción que se encuentra instalada en la sociedad española. La otra sostiene que el fútbol es el hábitat perfecto en el que desarrollar actuaciones irregulares que cuando no lindan con la ilegalidad la superan ampliamente. 

La segunda quizá sea la más acertada. No porque el fútbol sea un lodazal en sí mismo, que no lo es, sino porque tras las emociones que genera se esconden todo tipo de bribones, piratas y delincuentes que con habilidad se manejan en un terreno que aterra a quienes tienen la obligación de vigilar la limpieza de todos los procesos. 

¿Qué esta pasando con el último escándalo protagonizado por el Barcelona? ¿Alguien ha oído pronunciarse con la seriedad que requiere el caso al presidente del CSD? O, por elevación, ¿qué piensa el ministro Iceta de todo esto?

Es curioso, pero temas más graves como el narcotráfico intimidan menos a jueces, fiscales y políticos que el propio balompié. Ejemplos hay a lo largo de la historia, donde era moneda común no pagar a Hacienda, falsear las cuentas o confundir la sociedad que se gestiona con un chiringuito propio en el que el dirigente mezcla lo profesional y lo personal con absoluta impunidad. O lo mismo se ampara a grupos ultras con dinero del propio club, cuando no son mimados o tratados con condescendencia por partidos políticos de ideologías afines. 

El caso del Barcelona es además el de una sociedad tremendamente politizada, el de un club manoseado por el nacionalismo al que se consiente todo. ¿Cuántas voces se han alzado en Cataluña contra el escándalo de Enríquez Negreira? En líneas generales los catalanes miran hacia otro lado en medio de un episodio de presunta corrupción que emana un hedor insoportable. 

Hay que ser muy ingenuo para pensar que al tal Negreira se le pagaba medio millón al año solo por aportar pequeñas informaciones sobre el modo de arbitrar de los colegiados, teniendo en cuenta que el personaje era el vicepresidente de los árbitros. 

Y hay que ser un flojo para siendo presidente del CSD o siendo ministro de Deportes no liderar la persecución de lo que parece tanto un delito como una inmoralidad o, en todo caso, una mancha inaceptable en el deporte español. 

Estamos ante una buena ocasión de demostrar la calidad democrática de nuestro país investigando y exigiendo responsabilidades a uno de los gigantes del fútbol mundial. Y a sus dirigentes, empezando por el actual Laporta y siguiendo por todos los demás que participaron de los pagos bajo sospecha. Laporta, precisamente, lo primero que hizo fue asegurar que esto sale a la luz justo cuando el Barcelona va bien. Pero ni siquiera es capaz de desmentir los hechos. Y ahí le tienen, una especie de emperador culé sostenido por la podredumbre que rodea a este bendito y maltratado deporte.