El radiólogo y la angustia del paciente

Roberto García Figueiras JEFE DEL SERVICIO DE RADIODIAGNÓSTICO DEL CHUS, ÁREA SANITARIA DE SANTIAGO Y BARBANZA

OPINIÓN

María Pedreda

09 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Soy, como los compañeros de radiología del Chuac, un guardián de muchas de las imágenes más importantes de vuestras vidas. Las que os acompañan en vuestras ilusiones (como el nacimiento de un hijo) o en vuestros momentos más difíciles, como sin duda lo es el estar enfermo. Somos, en general, invisibles, no se nos conoce, pero siempre estamos ahí ayudando a decidir con la imagen.

La radiología ha cambiado mucho en estos más de treinta años que llevo dedicándome a ella. Está en un tránsito perpetuo entre un pasado que conforma su memoria (el ver placas) y una visión de futuro. Un presente actual y un futuro en el que la imagen es y será hipertecnológica y compleja, pero, sobre todo, imprescindible en la medicina moderna porque aporta certezas y soluciones. Y fruto de su éxito y de esta dependencia global sobre la imagen en la toma de decisiones y en el tratamiento de muchas patologías surge, sin duda, nuestra dificultad para sacar adelante todo aquello que debiera hacerse y en el momento que debiera hacerse. Hemos visto llegar estos cambios, pero no hemos sabido dimensionarnos de un modo acorde al reto.

Tenemos claro que no ha cambiado el propósito último de lo que hacemos, el centro de ello, que son los pacientes, y nuestra vocación y motivación han marcado en muchas ocasiones la diferencia para poder serles útiles a ellos. Muchas veces agotados, pero útiles.

Tenemos, además, tecnologías fascinantes. Los fondos europeos, a través del Plan de Inversión en Alta Tecnología (Inveat), nos están trayendo equipos de radiología con capacidades que jamás soñamos, y seguramente la inteligencia artificial va a marcar mucho lo que haremos (como seleccionar su estudio en urgencias que presentan hallazgos sospechosos para así priorizar su valoración).

Tenemos claras muchas cuestiones y una dotación tecnológica en muchas ocasiones excepcional, pero seguramente también nos hemos olvidado de cuidar a los profesionales que puedan servir a esos pacientes. Dirijo (aunque a veces solo pueda decir que lo intento) un servicio de profesionales como el de A Coruña (radiólogos, técnicos, enfermeros, administrativos, celadores), una enorme familia. Vivimos juntos lo inesperado, cisnes negros como el covid, y vivimos un día a día lleno de infinitas cosas y cuestiones, porque todas las angustias y preocupaciones de los pacientes (como las demoras) son nuestras. Un servicio de radiología es como un gran mundo en sí mismo. Un mundo por el que a lo largo del año pasan literalmente gran parte de los pacientes de un área sanitaria y alguno varias veces, porque las cifras son las que son y nuestras tendencias de manejo clínico también. Nunca hemos hecho como sociedad un esfuerzo económico tan grande para cuidar nuestra sanidad, pero, a la vez y de un modo aparentemente contradictorio, nunca he visto a los profesionales tan descontentos. En algo estamos fallando.

Intentar liderar es dar un sentido de propósito y pertenencia. Como decía Antonio Damasio, «no hay proyecto que valga sin emoción». Recuerdo que la primera vez que hice un proyecto de servicio me inspiró el anuncio atribuido a sir Ernest Shackleton para su legendaria expedición a la Antártida: «Se buscan hombres para peligroso viaje. Salario reducido. Frío penetrante. Largos meses de completa oscuridad». Shackleton nunca consiguió cruzar el continente antártico, pero logró el objetivo primordial de salvar a todos y cada uno de los miembros de su expedición. Cada vez más debemos ser como el Shackleton centrado en «salvar» a las personas. Centrarnos en ellas: en los pacientes (sin duda alguna), pero también en los profesionales que puedan cuidar de esos pacientes. 

Como le ocurrió al explorador antártico, nos toca a todos parar y reflexionar sobre cuestiones tan importantes como hacia dónde vamos y cómo vamos a avanzar.