Calma en la Academia tras la tormenta del «solo»

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

BENITO ORDO

11 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Nada, no ha pasado nada. Ya quedó cubierta aquella herida abierta que nadie apostaba que algún día sanara. No, no ha pasado nada», cantaba Armando Manzanero. Como en la canción, con lo de la disputada tilde sobre el adverbio solo tampoco ha pasado nada. Nos referimos a la anunciada tormenta que estaba previsto que se desatara en el pleno de la Academia Española del pasado jueves. Otra cosa es qué ocurrirá con la herida abierta. Ya se verá. Tras un debate con intervenciones duras, en el pleno hubo acuerdo y se adoptó, ¡caramba!, por unanimidad. Se ha mantenido el planteamiento de la Ortografía sobre las tildes en el adverbio solo y en varios pronombres demostrativos, aunque con una redacción más explícita.

En la Ortografía de la lengua española (OLE) del 2010 se dice: «... a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en estas formas incluso en casos de doble interpretación». La redacción que se lleva a la nueva edición del Diccionario panhispánico de dudas, de inminente aparición, es precisa: «Es obligatorio escribir sin tilde el adverbio solo en contextos donde su empleo no entrañe riesgo de ambigüedad. Es optativo tildar el adverbio solo en contextos donde, a juicio del que escribe, su uso entrañe riesgo de ambigüedad. Es obligatorio escribir sin tilde los demostrativos este, ese, aquel (y sus femeninos y plurales) en contextos donde su uso no entrañe riesgo de ambigüedad. Es optativo tildar los usos pronominales de los demostrativos este, ese, aquel (y sus femeninos y plurales) en enunciados donde, a juicio de quien escribe, su empleo entrañe riesgo de ambigüedad».

La gran novedad es la introducción de la expresión «a juicio de quien escribe». Lo cual está implícito en la norma del 2010, pues la persona que escribe es quien ve o tiene que ver si hay riesgo de ambigüedad, lo que no entraña dificultad.

La polémica ha sido una exageración, entre otras cosas porque la OLE es una obra conjunta de las 23 academias del español, no solo de la que tiene su sede en la vecindad del Museo del Prado. Y un cambio de calado no sería posible más que con un acuerdo conjunto, más allá del asentimiento que dieron las demás cuando el director de la RAE les informó telemáticamente el pasado miércoles de la expresión que se introducía, aunque en el Panhispánico.

La ortografía es como el Código de la Circulación. Quien no respeta este o lo interpreta de forma distinta a los demás acaba teniendo un accidente. Y quienes tienen en el idioma su herramienta de trabajo necesitan que la norma sea estable, clara y sencilla. Lo que en Ferrovial llamarían «seguridad jurídica».

Quien escribe una obra literaria puede contravenir una regla ortográfica o gramatical cuantas veces quiera. Nadie le va a poner una multa. Otra cosa es cómo recibirán eso sus lectores. Pero los demás, principalmente periodistas, editores, correctores y docentes, no pueden permitirse tales lujos. En este momento, estos son los más beneficiados por el acuerdo de mantener la norma.