Los profetas del apocalipsis llevan tiempo equivocándose. Son una especie de Pierrenodoyuna, aquel villano de los dibujos animados que siempre metía la pata y provocaba las risas de su perro Patán. Auguraron que España entraría en recesión, pero el PIB ha crecido el 5,5%; que el paro se dispararía, y las cifras dicen lo contrario; que la inflación se desbocaría, pero es una de las más bajas de Europa; que el tope del precio de la luz, al que llamaron «timo ibérico» no serviría para nada, pero ha funcionado; y que nos enfrentaríamos a un otoño caliente con las calles inflamadas de protestas. Pero hete aquí que son las francesas las que están ocupadas por manifestantes airados y que, de forma violenta en algunos casos, protestan por la reforma de las pensiones impuesta por Macron.
La última predicción apocalíptica del club de los agoreros, al que se ha apuntado Feijoo, es que la propuesta del ministro Escrivá para reformar las pensiones, consensuada con los sindicatos y con Bruselas, es un desastre y pone en riesgo su sostenibilidad. La AIReF, que pronosticó que ahora estaríamos en recesión, prevé que disparará la deuda al 186% ¡en el 2070! En una «jugada maestra», el líder del PP ha ido a criticar ante la Comisión Europea una reforma pactada con la Comisión Europea. La patronal, miembro destacado del club, juega al no a todo, en clave electoral, es decir, a no consensuar nada con el Gobierno. Es cierto que hay problemas muy graves como el aumento del precio de los alimentos y de las hipotecas. A eso se pueden agarrar con razón los agoreros. Eso sí, siempre con el máximo cuidado para no molestar a los dueños de las grandes superficies, esas almas cándidas que se ven obligadas a subir los precios por nuestro bien.