La leche, alimento de origen animal, forma parte de la dieta humana desde el inicio de los tiempos y resulta beneficioso para la salud por ser fuente de nutrientes y energía en las distintas etapas de la vida (del nacimiento a la ancianidad), constituyendo la base de la nutrición en las primeras y, aunque se reduce su consumo al hacernos mayores, sigue siendo un pilar fundamental.
Es un elemento básico en una dieta equilibrada, porque contiene nutrientes esenciales para la salud (proteínas, vitaminas y minerales), aporta proteínas de alto valor biológico imprescindibles para el normal desarrollo humano (fundamentales para la realización de las funciones vitales del organismo) y constituye la principal fuente dietética de calcio por su abundancia y biodisponibilidad, conteniendo además vitamina D y fósforo, con los que actúa de manera sinérgica para favorecer su absorción.
Su consumo se realiza de manera directa, como bebida al natural o combinada con café o cacao, por ejemplo. Se usa como base en la elaboración de batidos de frutas naturales y también forma parte de numerosas recetas de platos dulces (bizcochos, tartas, natillas o flan, entre otros, en cuya elaboración se utiliza leche en cualquiera de sus variedades), o salados, constituyendo la base de muchas salsas, por ejemplo.
La leche no siempre sienta bien, pues algunos de sus componentes causan diferentes problemas a personas sensibles a ellos. Alérgicos, intolerantes o diabéticos, entre otros, manifiestan problemas con el consumo de leche de vaca. Para evitarlos se han elaborado diferentes preparados adaptados a las necesidades de los consumidores (desnatada, semidesnatada, enriquecida o sin lactosa, por ejemplo). Consulte a su médico y elija la que mejor le siente.