Salió Ana Obregón montada en la silla gestatoria con su bebé en brazos y el país se dio a las voces. Fuera de la discusión ideológica sobre la gestación subrogada, hay algunas claves que considero relevantes a la hora de acercarse a la polémica.
La familia es uno de los sistemas que más cambios ha experimentado a lo largo de la historia en nuestra sociedad, debido a factores históricos, sociales, económicos y culturales.
Los cambios de modelos familiares van de la mano de los que acompañaron al proceso de modernización de la sociedad, que produjo tres esquemas de familia: el premoderno, que demandaba cantidad de hijos en función de considerarlos fuente de rentas o bienes de producción, capaces de devolver lo invertido y de ocuparse de los padres en su ancianidad. Habitual en la sociedad rural. El moderno: tras la llegada de la revolución industrial y del fenómeno migratorio a la ciudad, este modelo ya no demanda cantidad, sino calidad de hijos, al considerarlos bienes de inversión. Se trata de invertir en ellos a fin de asegurarles un mejor futuro.
El posmoderno: tras la consolidación de la sociedad de consumo y del estado de bienestar aparece este nuevo modelo, que continuaría demandando calidad y no cantidad de hijos, pero ya considerados como meros bienes de lujo o de consumo ostentoso. Los nuevos modelos de familia, junto al retraso del acceso de la mujer a la maternidad y una mayor esperanza de vida, determinan el aumento de la congelación de óvulos, de adopciones y la maternidad subrogada.
La legalidad o no es solo una cuestión ideológica, pero para Obregón es la única posibilidad de poder resolver un duelo complicado restituyendo la falta del hijo fallecido. En estos casos, no se trata de actos altruistas sino egoístas —«jamás volveré a estar sola»—. En el sufrimiento y la felicidad siempre somos egoístas. Pagando un vientre de alquiler se paga una falta y siendo vientre de alquiler se cobra otra.
El hermano mayor de Dalí murió de una infección de estómago. Tenía dos años y se llamaba Salvador. Nueve meses después, los padres de Dalí tendrían al artista y lo bautizarían con el nombre del muerto. Normal que Dalí tuviera una crisis de personalidad durante toda su vida, al creer que él era una especie de copia de su hermano muerto.
Dalí se sentía como un reemplazo, como una reencarnación y, para reafirmarse, empezó a comportarse de manera excéntrica, convirtiéndose en el Dalí que todos conocemos.
Esta es una de las consecuencias habituales en los casos en los que un nuevo hijo viene a cubrir la pérdida del anterior.
El destino del bebé comienza con esta narrativa y tendrá difícil ser él mismo.