En las tertulias familiares o de amigos suele existir alguien que pregunta si hemos mejorado o, por el contrario, empeorado nuestra calidad de vida. Para contestar a dicho interrogante, el Instituto Nacional de Estadística (INE) nos proporciona una respuesta bastante concreta, que permite extraer consecuencias y valorar las diferentes interpretaciones sobre nuestra situación y calidad de vida. Dicho ejercicio viene desarrollándose desde que el presidente de la República francesa, Nicolás Sarkozy, encargara en el 2008, un informe sobre la medición del desarrollo económico y del progreso social a un trío de economistas de gran renombre. Fueron Amartya Sen (premio nobel de economía en 1998); Joseph Stiglitz (en el 2001) y Jean Paul Fitousssi (director del Observatorio Francés de Coyunturas Económicas, OFCE) los autores del mencionado informe. La tesis manejada es que el PIB per cápita no sirve como indicador de bienestar, pues es solo un valor monetario de la producción de bienes y servicios de un país. Lo relevante, apunta el informe Stiglitz-Sen-Fitoussi, es el nivel de bienestar; y este se estima a través de un conjunto de variables relacionadas con los ámbitos económicos, sociales, educativos, sanitarios, ocio, medio ambiente, etcétera.
EL INE, en sus estudios referidos a la calidad de vida, juega con más de cincuenta indicadores para poder expresar un índice general que permita ser comparado anualmente y evaluado con respecto a otras comunidades autónomas. Está desagregado en nueve dimensiones: condiciones materiales de la vida (que incluye los aspectos económicos, materiales y de seguridad económica); trabajo (que comprende el empleo, tasa de paro, condiciones de trabajo, salarios, satisfacción en el trabajo); salud (que abarca la esperanza de vida, estado de la salud, acceso a cuidados); educación (que trata de los niveles educativos, competencias, habilidades); ocio y relaciones sociales (incluye asistencia a eventos culturales y deportivos, cultura, satisfacción de las reuniones de amigos); seguridad general (que mide la tasa de homicidios, criminalidad, vandalismo, percepción de seguridad); gobernanza y derechos básicos (se refiere a la actividad institucional, servicios públicos, participación ciudadana, confianza en el sistema judicial y policía); entorno y medio ambiente (analiza la contaminación, ruidos, acceso a zonas verdes); y la experiencia general de la vida (esto es, la satisfacción global, los sentimientos, percepciones y propósitos vitales).
Escudriñando en los datos estadísticos extraemos cuatro conclusiones relevantes. La primera, que Galicia, para el período 2008-2021, está siempre por debajo de los promedios españoles en lo tocante a calidad de vida, situándose en una posición medio-baja dentro del ránking de las comunidades. La segunda, que a lo largo del período vamos corrigiendo el diferencial con la media nacional, aunque muy ligeramente (había 2,7 puntos de diferencia en el 2008 y solamente 0,7 en el 2021). La tercera conclusión se refiere a que, de las nueve dimensiones explicitadas, en cinco de ellas Galicia mejora la media española y en cuatro se sitúa por debajo. Destacamos notablemente en educación y en seguridad; y, en sentido contrario, estamos muy alejados de los niveles estándar en otras dos: en gobernanza y participación y en la experiencia general de la vida. En las cinco restantes, los índices gallegos están muy próximos a los españoles, en algunos un poco por debajo (trabajo y salud) y en otros, un poco por arriba (condiciones materiales, ocio y relaciones sociales y entorno y medio ambiente).
Finalmente, nuestras mejoras a lo largo del período se centraron, prioritariamente, en educación, ocio y relaciones sociales y en experiencia general de la vida. Por el contrario, en las otras seis dimensiones los avances fueron muy reducidos.
Corolario: queda mucho trabajo colectivo por hacer, es preciso reclamar una mejor orientación de las políticas públicas y dedicar un mayor esfuerzo para lograr una atmósfera global que nos permita garantizar una calidad de vida sostenible y solidaria. Las mejoras fueron muy limitadas y el margen a ganar es muy amplio. Las apuestas políticas están, pues, por definir.