Hasta siempre, Jacinda

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

STRINGER | REUTERS

06 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Se puede estar de acuerdo o no con su política, con la gestión de las crisis que le tocó afrontar durante su mandato, como la devastadora erupción volcánica en la isla Whakaari, los atentados en la ciudad de Christchurch y el covid-19. Se puede discrepar con su posición sobre el cambio climático o con su forma de interactuar con los ciudadanos, amable, cercana, sin protocolo. Se la puede cuestionar por su fracaso a la hora de abordar las graves desigualdades económicas y sociales de las clases más desfavorecidas, especialmente de la minoría maorí, o por no haber cumplido con su promesa de facilitar el acceso a una vivienda para todos los neozelandeses. Pero de lo que no se le puede acusar es de haber callado su opinión u ocultado sus sentimientos, tal y como ha demostrado en su emotiva despedida parlamentaria, con cantos aborígenes incluidos.

La neozelandesa Jacinda Ardern pasará a la historia como la primera ministra más joven en ocupar su puesto, en el 2017; por ser la segunda mujer, después de Benazir Bhutto, en dar a luz durante el ejercicio de su cargo, y por llevar a su bebé de tan solo tres meses a la Asamblea General de la ONU para llamar la atención sobre las dificultades que afrontan las mujeres que quieren conciliar su vida laboral y familiar. Pero también se la recordará por haber dimitido cuando aún le quedaba más de la mitad de su segundo mandato. Sus críticos la acusan de abandonar el barco cuando los sondeos vaticinan un gran descenso electoral del Partido Laborista por el desencanto de la población debido a la creciente inflación poscovid y las dificultades económicas en general. No se puede negar que estos factores habrán influido en su decisión, pero lo cierto es que hace falta coraje para asumir que a una no le quedan ya energías y es mejor dejar que otro asuma el cargo. Algo que en nuestro país produce urticaria a todos aquellos que se aferran a sus asientos como lapas. Dimitir no es fracasar, sino aceptar que en la vida hay etapas y, una vez cumplidas, hay que iniciar un nuevo camino, incluso cuando se está en política. Con dignidad y emoción, así de simple.