Negreira y la integridad

Ignacio López ABOGADO. DOCTOR EN DERECHO

OPINIÓN

María Pedreda

18 abr 2023 . Actualizado a las 10:47 h.

Pues ya hemos visto a Joan Laporta, presidente del FC Barcelona, en rueda de prensa dando explicaciones sobre el caso Negreira, ese en el que parece que el club pagaba a este último o a su hijo por unos servicios más que cuestionables, y que ya veremos cómo acaba.

 Pero habrá literatura de sobra sobre este caso durante los próximos meses y con análisis jurídicos más profundos, por lo que me gustaría poner el foco en la naturalización del fraude deportivo que viene adjunto al caso, ya que si algo me llamó en su día la atención fue la réplica que dio a la noticia la directiva culé, justificando su actuación en que «pagábamos en defensa propia porque los árbitros ayudaban al Real Madrid». No quiero con esto defender o culpar a unos y a otros, pero la lectura de esta frase transmite la sensación de que está totalmente naturalizada la corrupción y que es algo que forma parte del juego.

No se denuncia lo irregular, sino que se hace lo mismo, o así se da a entender; es parte de nuestra rivalidad, el fútbol es así, parece que nos quieren decir. En otros deportes pasa parecido, pero el caso Negreira me da pie para focalizar en el fútbol, no se me enfaden los aficionados.

La cuestión es si en materia de integridad en el deporte, en este caso concreto en el fútbol, realmente se hace lo necesario por los distintos estamentos federativos o gubernamentales para, al menos, complicar el fraude deportivo.

Tenemos reciente aún el famoso asunto de los audios entre Gerard Piqué y el presidente de la RFEF, que, con o sin reproche ético o legal, siempre dejan una sombra de duda en el ambiente.

Recordemos también todos los equipos de fútbol que fueron patrocinados por casas de apuestas deportivas, hasta que se prohibió por ley, y que también ayudó a generar polémica.

Pero no solo eso, en cuántas tertulias futbolísticas se incita al fraude deportivo, y me explico: se valora fingir faltas o vulnerar las normas de juego, a lo que llaman pillería, o «inteligencia», cuando la realidad es que es hacer trampas. Y esto no es una cuestión reciente, faltaría más. Años se lleva ensalzando la «mano de Dios» de Maradona y lo hábil que fue, cuando también fue una acción tramposa. Pero no es ánimo de este artículo polemizar, sino reflexionar sobre si el deporte y el fútbol en concreto requieren de una mayor fiscalización por parte de los poderes públicos.

Es evidente que el fútbol es un negocio alrededor del cual se mueven cantidades astronómicas de dinero y eso siempre es un buen reclamo para el tramposo. Pero eso no debe ser impedimento para su control como cualquier otra actividad económica.

Volviendo al hilo del caso Negreira y más allá de cómo termine, creo que sería interesante plantearse qué tipo de fútbol queremos; si realmente queremos que siga habiendo fútbol, buen fútbol al menos.