La película As bestas pone el foco sobre tragedias de la Galicia profunda: conflicto social en un paraje bucólico; brutalidad primaria en la convivencia; topofilia de foráneos y topofobia de autóctonos; desprecio por el diferente; xenofobia sin sentido; explotación económica de la miseria; eólicos con viento a favor y en contra… Quedarse con lo anecdótico es tan errado como generalizarlo, pero en Galicia hay unas dos mil aldeas deshabitadas y otras tantas en las que quedan uno o dos habitantes. Algunas son abandonadas, otras vendidas a precio de apartamento a neorrurales que compran calidad ambiental.
El concepto de aldea global de McLuhan tiene ya más de medio siglo, aunque muchos se estén enterando ahora de su significado. En la aldea global, la aldea local carece de sentido. En condiciones de orografía quebrada, el determinismo físico llevaba al aislamiento; en condiciones feudales de explotación de la tierra, el determinismo económico llevaba a la autosubsistencia. Un puzle de minúsculas aldeas salpicando el territorio tenía sentido estructural. Desde hace décadas, el éxodo rural se ha encargado de demostrar su obsolescencia.
La concepción del mundo como una aldea global donde, gracias a la intercomunicación electrónica, percibimos como cercanos, inmediatos, sincrónicos, ciertos, innegables y reales hechos que no siempre lo son ha calado en el imaginario de la modernidad, sin tener en cuenta que la información es seleccionada interesadamente. En la aldea global el espacio y el tiempo se entrecruzan, lo que a menudo despista.
Continúa habiendo comportamientos ancestrales, aunque la aldea ya no se corresponde con la aldea tribal de McLuhan. Los aldeanos no entienden las teorías del caos, del efecto mariposa o del líder emergente. No son teóricos, son prácticos. Ahora bien, se equivocan los que piensan que solo alcanzan a comprender el refranero. Con falsas promesas de desarrollo pueden convencer a algunos, pero no a todos. La aldea no es tan global ni tan bestial.