Perder el tiempo

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

MONICA IRAGO

30 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Perder el tiempo tiene connotaciones positivas y negativas, pero ambas señalan algo incuestionable: el tiempo no se puede perder ni ganar porque el tiempo es finito.

Si fuéramos inmortales, el tiempo no sería una variable y no podríamos perderlo ni ganarlo, simplemente estaríamos arrojados en él como decían los existencialistas, pero para toda la eternidad que, por cierto, sería algo terrible como esa maldición gitana: «Ojalá tengas una mala enfermedad y no te mueras nunca».

Hoy en día se pierde mucho el tiempo porque cada vez hay más gente enajenada, es decir, porque su vida transcurre frente a una pantalla observando la vida de los demás o exhibiéndose para que los demás le observen. En este aspecto, las redes sociales han sido demoledoras. Steve Jobs afirmaba: «Tu tiempo es limitado, así que no lo malgastes viviendo la vida de otro. Vive tu propia vida, todo lo demás es secundario».

El tiempo psicológico no tiene nada que ver con el tiempo cronológico del reloj. El tiempo psicológico es una percepción subjetiva que hace que, según el grado de motivación o de las emociones que desencadene la actividad que realizamos, sintamos que pasa volando o que se eterniza.

En el 2022, el promedio de uso diario de las redes sociales por parte de los usuarios de internet a nivel mundial se situó en torno a 151 minutos por día (dos horas y media); el estudio Estado Móvil de 2022 asegura que en España pasamos, como promedio, cinco horas arrastrando el dedo por una pantalla. Una actividad que altera nuestra percepción del tiempo sin que apenas recordemos, unas horas después, en qué lo hemos invertido.

Pero perder el tiempo también tiene un aspecto positivo y necesario para nuestra salud mental y física. Perder el tiempo es necesario para descansar, relajarnos y conectar con nosotros mismos. Pasmar es un verbo vital para nuestra salud (hoy lo llaman mindfulness y «meditación»), su objetivo es simplemente «parar la mente», ser, sentirnos, ensimismarnos. Nada que ver con la enajenación del tiempo perdido en las redes, los videojuegos o el trabajo sin pausa que solo genera ansiedad y perjuicios para la salud; es el ¡tengo mucha prisa, mucha prisa! del conejo de Alicia.

El tiempo no es oro, es el que es y es sabiduría máxima saber gestionarlo para no perderlo ni ganarlo, simplemente aprovecharlo en nuestro beneficio físico y mental.

Un discípulo le preguntó al maestro Zen que meditaba frente a un lago: «¿Qué debo hacer para alcanzar el shatori (estado de hiperconciencia)?». «¿Ves las nubes? ¿Sientes el murmullo del agua? ¿El aleteo de las garzas? ¿Las ranas del estanque? —le respondió—. Pues deja de distraerte y concéntrate en ti mismo».

Eso es pasmar.