
¿Stieg Larsson? Nadie lo recuerda. Otro bum mercadotécnico del entretenimiento banal, como casi todo lo que no es cultura. Desde luego no es Mommsen. Sin embargo, Larsson describió el putrefacto sustrato bajo la modélica superficie escandinava. Suecia, Finlandia, Dinamarca e incluso la extraeuropea Noruega comenzaron a girar desde el 2000. El asesinato de 77 personas en Utøya y Oslo en julio del 2011 por un racista confeso demostró que no todo era miel en el paraíso socialdemócrata. Hoy vemos cómo los ultranacionalistas inundan sus parlamentos.
Portugal, España e Irlanda son ahora —paradojas del destino— las reservas de Occidente, merced al tradicional desajuste de algunas décadas respecto al septentrional mainstream axiológico. Dios quiera que sigamos siendo excéntricos en esto. Hay valores morales que valen más que las cotizaciones en bolsa o, por mejor decir, que no tienen precio. Hasta los despiadados romanos admitían que había cosas extra commercium, como el acceso carnal a las vestales. Tanto da lo que digan los presuntos conservadores que nada conservan, aparte de sus voraces apetitos de codicia, vanidad y lujuria.
Die Welle wächst: La ola crece. Las camisas blancas de la película de Dennis Gansel proliferaban fuera del control del profesor, que quería demostrar a sus pupilos que las democracias liberales son débiles, y que por eso hay que defenderlas frente a sus enemigos internos. Lo malo es que esa defensa no consiste en aupar discursos disparatados, sino en reforzar la equidad, la decencia, el decoro y todas las virtudes que nuestras abuelas nos legaron.
Mi abuela vio al primer negro de su vida en Brasil. A pesar de la miseria que la rodeaba en Galicia, lo que sintió fue compasión por su estado, palabra maldita en el ideario dizque moderno, que camufla la genuina fraternidad por la mercantil solidaridad. Toda esa basura moral, desde el infame No Irish de la América WASP hasta los chistes porteños de gayegos, fueron la antesala de la peste identitaria que destrozó la Europa de la primera mitad del siglo XX y que ahora amenaza la existencia de la única Europa decente que hemos tenido gracias a sus padres fundadores.
Europa envejece. Europa mengua. Europa se retrasa en casi todo a causa de su abulia, no por los jóvenes foráneos. Y, desde luego, la desquiciada estrategia Maginot en lo que a inmigración se refiere es la peor que cabe idear. Bastantes votantes del PCF se pasaron a Le Pen, y muchos pioneros del Kommunistische Partei Deutschlands acabaron en Alternativa por Alemania. Seid bereit, immer bereit, decían. Estad preparados, siempre preparados. Otra cruel ironía.