Cuando en las primeras lecciones de Ciencias Naturales nos explicaban la ameba, como la forma de vida más elemental, aquel bicho microscópico nos parecía más complejo de lo que la seño intentaba transmitir. Ese protozoo, flexible y fluido, de silueta cambiante, porque carecía de pared celular, podía menearse al gusto para fagocitar a otros microorganismos. No tenía vida sexual, ni siquiera para reproducirse, aunque podía duplicarse o dividirse mediante mitosis, quedándose cada parte del citoplasma con una copia del mismo ADN.
El paralelismo con la derecha no es científico, pero es gráfico. La derecha, como la ameba unicelular, carecía de sistema de nervioso. Ni se había inmutado a la hora de fagocitar a la ultraderecha durante décadas. Nadie exigía prueba de ADN. Con Vox llegó el mito y la mitosis. Su parte de la ameba comenzó a crecer fagocitando a cabreados de distintas clases sociales e ideologías políticas, sobre todo en pequeñas ciudades y pueblos, particularmente allí donde la inmigración se percibía como un problema.
Su estrategia de supervivencia consistía en hacerse notar, o dar la nota, para copar la agenda mediática, suscitando debates que, a modo de garrotazos goyescos, confrontaban a los españoles: franquistas y antifranquistas, feministas y machistas, catalanistas y españolistas, barcelonistas y madridistas, taurinos y antitaurinos, carnívoros y vegetarianos… Tras la moción de censura esperpéntica, la ameba de Vox ha engordado algo a costa del PP, pero ya no fagocita a otros.
En Galicia, como anticipan las encuestas, un trasvase de ADN y de votos entre amebas hermanas no les va a permitir coaligarse para hacerse con alcaldías. La ameba de Vox, aunque crece algo a costa del flanco derecho de la del PP, no va a alcanzar el mínimo para tener representación en las ciudades principales. La ameba del PP ha crecido porque ha fagocitado los votos de Ciudadanos y porque ha conseguido que se le endilgue la inflación al Gobierno. Cuenta con los votantes más fieles (diez puntos más que otros partidos), pero, si se empeña en competir con Vox, no crece por su flanco izquierdo, y, si predica moderación, se le fugan más votos por el derecho. Se ve que, como la ameba, la derecha es cada vez más fluida.