Carlos III se enfrenta a importantes desafíos, empezando por conllevar la larga sombra del reinado de su madre, Isabel II, que supo hábilmente navegar por aguas turbulentas a lo largo de 70 años. Muchos dicen que uno de los más importantes será modernizar la monarquía para adaptarla a los nuevos tiempos. Pero esto plantea varias preguntas. ¿Hasta dónde quiere llegar, pretende emprender una reforma profunda o solo un cambio cosmético? Y se puede ir más lejos: ¿Es posible combinar tradición y modernidad en esta institución milenaria sin que pierda su esencia? ¿Qué sería de esta monarquía sin todo el despliegue de rituales, boato y dispendio que se pudo ver ayer durante una ceremonia rancia, que en ciertos momentos pareció ridícula, a pesar de que el coronado la haya querido hacer más inclusiva?
Carlos III hereda un país con una grave crisis económica, dividido por el brexit, una tensión territorial creciente (en Escocia e Irlanda del Norte) y en el que la monarquía sigue contando con el apoyo de la mayoría (58 %), pero con un creciente desapego de los jóvenes (32 %). Además, solo tres de cada diez ciudadanos piensan que la monarquía es «muy importante», la cifra más baja desde hace 40 años.
Tampoco va a ayudar al rey su relativamente baja popularidad. Una encuesta sitúa a la princesa de Gales, Kate Middleton, como la componente más popular de la familia real, con el rey en el cuarto puesto, mientras su esposa Camilla Parker Bowles baja al décimo en ese ránking. Es sabido que Isabel II era más popular que la propia monarquía.
Por último, no hay que olvidar que la institución lleva mucho tiempo siendo noticia solo por las andanzas de una familia disfuncional, en la que se suceden un escándalo tras otro. Uno de los más sonados, por cierto, fue la tormentosa relación del actual rey con la princesa de Gales. Ahora es el príncipe Harry, sobre todo tras la publicación de su explosivo libro, el que protagoniza la telenovela real. Su papel menor en los actos de ayer y la ausencia de su mujer, Meghan Markle, es una muestra de la tensión existente que puede ir a más.