Inglés presidencial

OPINIÓN

Sesión del Parlamento Europeo
Sesión del Parlamento Europeo OLIVIER HOSLET | EFE

14 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Que un candidato a la presidencia sepa inglés no es imprescindible, pero es conveniente. Que un candidato no sepa inglés y lo reconozca con sinceridad es comprensible, aun cuando lo justifique por una deficiente formación lingüística generacional. Que un presidente reciba críticas por saber inglés es incomprensible, aunque se trate de politiqueo. Saber idiomas es signo de cultura, sin embargo, se puede ser inculto en varios idiomas. Es más importante qué se dice que en qué idioma se dice.

Feijoo confesó a Ana Rosa que tiene un problema con el inglés, «como la mayoría de los españoles». También alardeó de que su partido es el que más se parece a la sociedad española. Dado que los españoles no hablan inglés, cabe convertir esa debilidad personal en una fortaleza electoral. Parece una paradoja de un neoliberalismo en esencia internacionalista, pero concuerda bien con el populismo de sus socios de Vox, capaces de presumir del desconocimiento del inglés como algo propio de la idiosincrasia autóctona.

A Feijoo le preocupa más dar buena imagen en las televisiones nacionales que en las cumbres internacionales, donde dice que para algo están los traductores. Un aparato de estos no podría traducir el eslogan del PP: «Derogar el sanchismo», pues derogar es dejar sin efecto una norma vigente y el sanchismo no es una norma, ni tiene definición. Si Feijoo repitiese a sus colegas europeos: «Derogate sanchism», le mirarían absortos. Opta por una defensa más cervantina que numantina: «No voy a tener ningún problema en expresarme en la segunda lengua del mundo».

Se puede dudar de la memoria histórica, pero hay que aprender de la historia. Napoleón quiso fichar de asesor al cardenal Mezzofanti, cuando no había traducción automática, porque dominaba, es decir, escribía y hablaba, unos 80 idiomas, incluidos arameo, copto, siríaco o euskera (hoy lo habría llamado el PNV). Leía, además, quechua, sánscrito o tibetano. Por supuesto, el inglés le resultaba muy fácil. No aceptó.

En la actualidad, se ve que los asesores que rodean al presidenciable están tan encantados con su personalidad que no consideran prioritario el aprendizaje de otro idioma, no vaya a ser que se convierta en otra persona, pues, como decía Fellini, un idioma diferente aporta una visión diferente de la vida.