El final del baltarismo es el final de una era muy relevante de la historia política y social de Galicia. Durante más de tres decenios, la familia Baltar fue la gran referencia del poder en la provincia de Ourense, como en sus tiempos lo fue Cuíña en la de Pontevedra o como lo fue Cacharro en la provincia de Lugo. Aquella época de los caciques en la que estos, en su conjunto, manejaban más poder si cabe que el propio Fraga, a quien hicieron sufrir lo que no está en los escritos.
Pero el propio Alfonso Rueda lo ha dicho, todas las historias tienen un principio y un final. Y la de Baltar llegó a su conclusión. La saga que lo fue todo en Ourense ya no será la referencia. Y el PP gallego sentirá la sensación de que le quitan unas esposas que le han mantenido maniatado durante años a los designios de alguien que siempre ejerció su poder e influencia de una manera personal y que solo jugaba en equipo en la medida que el equipo le favoreciera a él.
En la salida de Baltar de la escena política han influido varios factores. Por un lado, Ourense ya no era el indiscutible granero de votos del PP gallego. Donde llegó a tener más del cincuenta por ciento de los sufragios, en los últimos comicios solo tuvo el 40. Además, ni logró la mayoría absoluta de la Diputación ni consiguió ninguna de las alcaldías importantes de la zona.
Por otro lado, José Manuel Baltar protagonizó últimamente un par de escándalos. Y no es lo mismo pasar por el juzgado con la Diputación bajo control, que hacerlo despojado de todo poder.
Y, por último, está la presencia de Rueda, quien no ha dudado en aprovechar para librarse de una compañía que siempre le fue incómoda. A pesar de que en las hemerotecas podamos encontrar fotografías de grandes abrazos entre el presidente y el ourensano, lo cierto es que Alfonso Rueda deseaba comenzar una nueva época. Un asunto que Feijoo no pudo zanjar, obligado a mirar para otro lado para que no le movieran los marcos desde Ourense.
En plena vorágine de la renovación del Gobierno gallego, Rueda se ha apuntado un tanto que, en cierta forma, necesitaba. El líder de los populares gallegos vive todavía bajo la alargada sombra de Feijoo y buena parte de sus movimientos son vistos como consecuencia de decisiones de su predecesor. Ahora, con sus nombramientos, con el gran éxito que para él fue la conquista de la Diputación de Pontevedra y con la caída de Baltar comienza a mostrar un perfil propio y una autonomía que se plasma en resultados.
Habrá que ver cómo afronta la transición en Ourense y si de verdad logra desligar al nuevo PP de quienes lo tuvieron a lo largo de más de treinta años.