A un lado tenemos a un multimillonario sudafricano de 51 años, acostumbrado a las bravatas y a todo tipo de excentricidades. En su historial, éxitos como Tesla o SpaceX, y operaciones tan arriesgadas y controvertidas como la compra de Twitter. Cuando Elon Musk pone un mensaje medio en serio, mueve el mundo. Y cuando reta a Mark Zuckerberg a un combate en una jaula y el dueño de Facebook responde en Instagram... En Las Vegas preparan un ring.
Las vueltas que da la historia. En el circo romano los pobres se dejaban escabechar y sangraban para que disfrutaran los ricos. Ahora son los millonarios los que saltan a la palestra para entretener a la plebe, como el emperador Cómodo que encarnó Joaquin Phoenix en Gladiator.
Personajes con una responsabilidad enorme, que pagan miles de nóminas y mantienen servicios utilizados por millones de personas, necesitan llamar la atención. Se aburren y se exhiben. Buscan emociones fuertes. Y nos ofrecen teatro permanente, similar al de la precampaña del 23J, con la playa falsa del PP (Chanquete y Verano azul resucitaron en Twitter) y las entrevistas a puerta cerrada de Sánchez con sus ministros. ¿Andan tiesos de dinero los partidos? Tal vez derrochan tanta imaginación como desfachatez y odio los populistas que ponen lonas revanchistas en Madrid.