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La Audiencia Provincial de Vizcaya ha otorgado la custodia compartida de su hijo y del perro de este a unos progenitores que se encontraban en un proceso de divorcio. Quienes no tengan perro quizás vean cierta excentricidad en la decisión de los togados, pero teniendo en cuenta que el menor posee un retraso del desarrollo era obligado que su siempre incondicional mascota permaneciera compartiendo su vida. Para el niño sería extremadamente cruel separarlo del que seguro es su mejor «amigo». Por lo menos el más leal.
Con lo que más discrepo de esta sentencia es que atribuye el domicilio familiar al hijo y al progenitor que semanalmente ostente la custodia. Normalmente esta solución no resulta a posteriori la más adecuada. Exige tres viviendas. Aquella en la que se queda el menor y dos más para que sean ocupadas por los progenitores la semana de no custodia. En estos casos al domicilio en que se queda el menor se le conoce como casa nido. Es decir, este permanece en el que ha sido su hogar y son los progenitores quienes entran y salen con la intención de mantener la relación familiar.
También podríamos sostener que dificulta que los padres puedan rehacer sus vidas.