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Un analista político escribió hace unos días en estas páginas que «en el tacticismo se miente, se toman decisiones no razonadas o inconvenientes para el bien general». Venía a explicar en muy pocas palabras las razones de las connotaciones negativas del sustantivo tacticismo, que hoy se emplea generalmente con sentido peyorativo. Hace medio siglo que en español se utiliza ese nombre y, sin embargo, el Diccionario de la lengua española sigue sin hacerle sitio. Su equipo redactor y los académicos, que tienen la última palabra, sabrán por qué. Sí lo registran las últimas ediciones del Seco (2011) y del María Moliner (2016). El primero lo define como «uso de maniobras tácticas», y el segundo, como «uso de la táctica para el logro de un fin determinado». Táctica es aquí la ‘manera de conducirse calculada para el logro de un fin determinado’.
Los tacticistas de la vida pública nos recuerdan a quienes antaño se conocía como maniobreros, los que se valían de manejos para conseguir sus objetivos.
El primer uso de tacticismo que encontramos aparece en el libro Del buen salvaje al buen revolucionario. Mitos y realidades de América Latina (1976), de Carlos Rangel. En él, el periodista, diplomático y académico venezolano habla del «tacticismo legalista de Allende», el presidente de Chile muerto tres años antes. Posteriormente, tacticismo y tacticista cobraron fuerza en el periodismo deportivo hispanoamericano. Se criticaba a los entrenadores tacticistas porque manejaban a sus jugadores como piezas de ajedrez. Un cronista de Clarín escribía que «Argentinos y Talleres —dos equipos— tienen un mandato histórico que los obliga a apostar por el fútbol bien jugado, de la pelota al ras del piso. Sin misterios, ni extraños o rebuscados tacticismos».
Parece claro que los tacticistas y sus tacticismos no gozaban de mucho respeto. Hoy ocurre lo mismo en España, aunque, más que sobre los campos de fútbol, en el terreno de la política. En ese ámbito, el tacticismo prioriza el interés propio o el del partido sobre lo que conviene a los ciudadanos.
Por cierto, quienes hablan de tacticismo procuren no caer en el error, muy frecuente, de convertirlo en tactismo (otro sustantivo que no está en el Diccionario), pues este es, en el mundo de la biología, el ‘movimiento causado en las células o en los organismos inferiores por un agente físico o químico’.