
Dar por hecho que el votante medio es un tonto útil no deja de ser, además de una generalización, una desconsideración y una falta de respeto. Ahora bien, negar la existencia del tonto útil es negar la evidencia. Las elecciones se deciden por el voto útil, pero no siempre es fácil saber cuál es el voto útil. Decir que lo que es útil para unos no lo es para otros resulta una obviedad, casi una tontería. Votar en las próximas elecciones no es ninguna tontería; quedarse en casa o en la playa, renunciando al voto por correo, puede serlo.
Según la RAE, la propia definición de utilidad tiene en cuenta el interés y el provecho, aunque no aclara si son particulares o colectivos. El voto del tonto útil no tiene por qué ser útil para él, sino para quien le engaña. El término tonto útil comenzó a aplicarse a aquel que, viviendo en un país con democracia liberal, apoyaba una causa totalitaria, sin caer en que, si triunfaba esa ideología, acabaría con muchos de sus derechos y privilegios. Luego pasó a aplicarse a todo el que era manipulado por el populista de turno, sin percatarse de sus objetivos.
No se trata solo de ir a votar, sino de saber a quién beneficia el voto. No se trata de creerse todas las prebendas que nos ofrecen durante la campaña: menos impuestos, más viviendas, menos días laborables por semana, más entradas de cine para jubilados, menos inmigrantes, más cheques para jóvenes… Ni siquiera se trata de defender un modelo productivo o un modelo territorial, sino de defender los derechos alcanzados. Por eso, en ocasiones, en vez de votar a favor, votamos a la contra. Los que votamos la Constitución de 1978 nunca pensamos que estaríamos en este punto casi medio siglo después.
Si prescindimos del voto nacionalista, cuyos objetivos son otros, y equiparamos voto útil a voto con efecto práctico en la gobernabilidad, para las próximas generales habrá cuatro opciones, muy personalizadas: Feijoo, Abascal, Sánchez y Díaz, cuyos votos pueden ser más o menos útiles según la representación provincial. El votante medio que se decida por un voto útil habrá de preguntarse para qué y para quién es útil. En el caso del voto útil del tonto útil, no hay preguntas, señoría.