De los debates que ha ido dando, a trancas y barrancas, la democracia española quedaron al final un puñado de frases ocurrentes y cero propuestas llevadas a la práctica. Se recuerda aquel «¿lo escuchan? Es el silencio» del desnortado Albert Rivera. Y también ese «el presidente debe ser una persona decente, y usted no lo es» que le soltó Pedro Sánchez a Mariano Rajoy antes de que este contestara airado: «Hasta aquí hemos llegado. Usted no se recuperará de su frase ruin, ha sido mezquino, deleznable y miserable y no se recuperará nunca de ella». Por lo pronto, Sánchez está en la Moncloa y Rajoy sirve de original telonero en mítines del PP sin querer nombrar «a ese que ustedes ya saben», como recordó ayer en Pontevedra. Se ve que aún quedan las brasas de aquello.
El caso es que como método de entretenimiento el cara a cara de este lunes servirá para llenar las dos últimas horas del 10 de julio, y unas cuantas más de tertulia hasta el 23, aunque su utilidad real, medida en consecuencias plausibles para el día a día de los ciudadanos, sea bien limitada. Podemos apostar, sin miedo a equivocarnos, que en el enfrentamiento de esta noche entre Sánchez y Alberto Núñez Feijoo aparecerán más veces Bildu, ETA, extrema derecha, fascismo, Cataluña y pactos de la vergüenza que estas otras ideas: lucha contra el cáncer, inversión en investigación, alimentación saludable, formación para nuevos estudios, jóvenes y nuevas tecnologías, adicciones, empleos emergentes o salud mental y suicidios. Todas estas, cuestiones sacadas de encuestas del CIS —aunque chirríe la gestión de Tezanos, tiene una notable base de estudios de preocupaciones— o de informes privados que recogen las inquietudes sociales.
Advirtiendo que puede haber, de nuevo, una cierta distancia entre el menú que ofrecerán los dos presidenciables y la realidad, este cara a cara quizá sirva para medir otros elementos. De entrada, el interés que puede despertar la política —no la acción política, sino la partidista— en un momento de inflación electoral, que arrancó en Castilla y León dando entrada a Vox por primera vez en un gobierno, siguió con el descabalgue (paralelo al suceso anterior) de Pablo Casado, y culmina con unas elecciones municipales y generales. Un interés, el de esta noche, condicionado por llegar en pleno mes de julio, y en una noche que se presta más al paseo y la terraza en camiseta que pegarse a una pantalla. Y un tercer condicionante: será el primer encuentro de este tipo en la España de las multipantallas, con la televisión convencional buscando cómo reinventarse ante una elevadísima demanda a la carta. ¿Cuánta audiencia puede convocar un evento como este en un momento semejante? En responder esto puede haber interés. Por buscar alguno.
Tres detalles finales. Uno: que el presidente del Gobierno, el que mejor información maneja por su posición de privilegio, lleve 60 horas preparando el debate ¿es una garantía o es para preocuparse? Dos: hace más de diez años que Feijoo no se mide en un cara a cara, y en 13 años de presidente semejante demora da que pensar. Y tres: esta vez sí saldrá de Galicia en un debate nacional. Aunque sea para utilizarlo como arma.