El debate de este lunes será la única oportunidad de ver a Pedro Sánchez y a Alberto Núñez Feijoo confrontar cara a cara y en directo sus planes para España. Pocas sorpresas cabe esperar: ambos candidatos son bien conocidos y, en un proceso electoral de tinte casi plebiscitario, con un presidente que lleva cinco años en el cargo y un líder de la oposición que ya presidía Galicia en 2009, la mayoría de los españoles ya sabrán a qué atenerse. Con todo, podemos estar pendientes a cuatro factores a priori interesantes.
En primer lugar, la adecuación a los tiempos y temas propuestos. El debate durará cien minutos y tratará de economía, política social e igualdad, pactos y políticas de estado. Si los candidatos son capaces de explicar medidas concretas tendrán hecha la parte más difícil del trabajo. Esta labor parece más complicada para Pedro Sánchez, quien, en las entrevistas recientemente concedidas, ha procurado eludir los puntos más polémicos de su mandato respondiendo con datos generalistas. Esta táctica, lógica desde su perspectiva, infiere su dificultad a la hora de explicar las consecuencias de sus políticas precisamente porque la emplea en exceso.
En segundo lugar, es previsible que haya debates paralelos con poco contraste neto de ideas. Por ejemplo, la dependencia con respecto a Sumar, ERC o Bildu, por un lado, y Vox, por el otro, estarán sobre la mesa. Pero poco provecho se puede sacar de ello: los españoles ya dan estos pactos por sentado. Algo parecido ocurrirá en temas como la igualdad, pues si Sánchez echará en cara a Feijoo la postura de de Vox sobre la violencia de género este intentará centrarse en la ley del «solo sí es sí».
Esto nos lleva a un tercer factor, el «debate de los titulares». Cuestiones como la economía o las políticas comunitarias no pueden explicarse en pocos minutos. Por ello, los principales mensajes serán breves, directos, a modo de tuit, por lo que las palabras elegidas serán de gran relevancia, en particular al principio del debate y al final, durante el llamado «minuto de oro».
Ana Pastor y Vicente Vallés ya han anunciado que harán una labor «periodística». Veremos en qué se traduce esto: ¿Cortarán los discursos de duración excesiva? ¿Afearán la actitud de los candidatos si interrumpen a su contrincante? ¿Permitirán respuestas evasivas o exigirán concisión? Si Pastor y Vallés son realmente proactivos, las respuestas a sus preguntas pueden acabar siendo más interesantes que los discursos preparados de los candidatos.
Muchas otras cosas pueden ocurrir en un debate electoral, pero en general, el temor al error suele ser la estrategia dominante. De ahí que, como decíamos, haya poco lugar para las sorpresas.