Durante la pasada campaña electoral una marca de leche gallega nos revelaba que en Galicia hay 120 concellos que tienen más vacas censadas que personas habitándolos. Con esto concluía que, si las vacas votasen, tendríamos mucho «ganado».
Bromas aparte, es un planteamiento interesante en un momento en que ser vaca empieza a parecer un oficio en vías de extinción. Me refiero a los anuncios de los gobiernos de Holanda e Irlanda de sacrificar vacas para cumplir con la agenda 2030, o de la autorización para producir leche de vaca sin vacas por parte del Gobierno de Israel, o la aprobación para la venta de carne cultivada en laboratorios en Estados Unidos. Si yo fuera vaca empezaría a preocuparme.
En Galicia, es evidente la importancia que tiene la agricultura y, en especial, la ganadería que constituye la actividad económica agraria de dos tercios del territorio. Es un sector clave, no solo por el aporte a nuestro PIB, sino porque combate el fenómeno de la despoblación del medio rural. Todo un reto en una comunidad cuya superficie representa el 5,8 % del total de España pero que aglutina el 37 % de los núcleos de población deshabitados, siendo la comunidad con más pueblos abandonados del país.
Las graves consecuencias del despoblamiento no se quedan solo en la pérdida del dinamismo económico y por lo tanto en el empobrecimiento de la población. También hay una pérdida importante de tradiciones, gastronomía típica y patrimonio cultural. Es como si nos desdibujáramos como gallegos con cada pueblo que se muere.
Incluso peor, es como si nos emborronáramos. La degradación medioambiental que provoca la menor producción agrícola y ganadera hacen que el campo se eche a perder y que los montes se dejen de cuidar. Las consecuencias se hacen ver en verano cuando los incendios nos ponen en todos los telediarios. Si el despoblamiento rural continúa, puede que dentro de un tiempo, cuando busques Galicia en Google Earth te encuentres una imagen de núcleos urbanos entre los borrones negros que forman las marcas de los incendios. Una Galicia emborronada en vez de una Galicia verde.
Hoy en día solo un cuarto de la población de nuestra comunidad vive en el campo. En el conjunto de España los datos son todavía peores, solo el 16 %. Me imagino que es por esto que muchos no son conscientes de la enorme dependencia que tenemos del campo.
Es más, esta población cada vez más urbanita, muestra una total desconexión con el mundo rural y parece que creyera que los alimentos aparecen en los supermercados por arte de magia. Se criminaliza a los ganaderos por utilizar a las vacas cómo animales de producción y, a las vacas por beber demasiada agua y tener demasiados gases. Pero eso sí, nos parece inaceptable que suba el precio de los alimentos básicos.
Quizás no sea una idea tan absurda el concederle el voto a la vaca. Después de todo hay más vacas que personas en el ámbito rural, con lo que tienen todo el derecho a defender su hábitat, ya que los humanos no parecen tan interesados.
Quizás las vacas entiendan mejor que nosotros que nuestra alimentación, herencia cultural y el mantenimiento del buen estado del territorio que supone tener aire de calidad y agua de calidad, depende, en gran parte, del agro. El día que comprendamos que el futuro del medio rural es el futuro de todos tendremos mucho «ganado».
¡Te deseo un muuuuuuy feliz Día de Galicia!