Qué mal envejecen los nuevos partidos

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

OPINIÓN

MARISCAL | EFE

10 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Los nuevos políticos son como las fugaces lágrimas de san Lorenzo que hoy y mañana iluminarán nuestros cielos. Aparecen y desaparecen con la celeridad de un cometa. El 15M nos dejó el nacimiento de Podemos, que emergió cual huracán en las europeas del 2014 y rozó el sorpasso al PSOE un año después. 72 escaños fue su techo. Su suelo es un ERE para despedir a dos tercios de su plantilla y cerrar nueve sedes regionales, pedir dinero para el proyecto audiovisual de su antiguo mesías, Pablo Iglesias, y buscar acomodo a la legión de caídos por el solo sí es sí: Irene Montero, Pablo Echenique, Rafa Mayoral y un largo listado más.

A Podemos aún le quedan cinco diputados, inicialmente adscritos a Sumar, con los que levantar alguna bandera de los viejos tiempos. Ni siquiera eso le resta a Ciudadanos, que inició su autodestrucción en el 2015, primero pactando con Pedro Sánchez en la famoso foto del abrazo y luego convirtiéndose en el ariete del antisanchismo. En el 2019, Albert Rivera perdió el 80 % de sus diputados y dejó las portadas de los periódicos por las de las revistas del corazón y los juzgados. Inés Arrimadas acabó de despedazar la formación naranja con una ristra de mociones de censura, fallidas, contra el PP. Y ahora apura sus últimos recursos con vistas a las europeas del año que viene.

El más joven de los nuevos partidos viejos, Vox, ha entrado en esa misma espiral de autodestrucción que los morados y los naranjas. Y el diagnóstico es el mismo: un líder único (Santiago Abascal, como antes lo fueron Pablo Iglesias o Albert Rivera), un equipo de fontaneros acaparando el poder interno, un resultado electoral por encima de las expectativas y una caída inmediata al no conseguir adelantar a la fuerza mayoritaria de su espacio ideológico.

Vox ha purgado a casi todos sus referentes ideológicos. Macarena Olona fue la primera en salir. Ortega Smith, Sánchez del Real, Carla Toscano o el mismísimo Espinosa de los Monteros han seguido la senda del olvido, como antes lo hicieron los fundadores de Podemos o los de Ciudadanos.

Abascal sigue siendo el estandarte de un ejército menguante formado por muchos de los castigados por la crisis y la globalización que buscan castigar al sistema que les penaliza a ellos rebajando sus condiciones de vida. Al líder de Vox le rodean ideólogos que acumulan buenos sueldos y pocas ideas que no sean exabruptos como los que provocaron el descenso electoral, 700.000 votos menos en un escenario que se antojaba propicio para haberse convertido en muleta imprescindible del PP.

La nueva política —y sus teóricos cerebros— envejece muy mal porque, lejos de buscar el diálogo, el consenso y el bien común, sus protagonistas se conforman con un efímero titular. Las soluciones mágicas son como los crecepelos de feria: no existen o no funcionan. Ojalá los que nos gobiernen aparquen esa búsqueda de recetas milagrosas y se centren en los problemas de la mayoría. Que no son solo los de los catalanes y los vascos, por cierto.